Fagocitados por la crisis económica que nos envuelve, nuestras preocupaciones se han reducido considerablemente para corroborar una vez más a la famosa pirámide de Maslow. Primero es lo primero que dirán muchos. No voy a ser yo quien lo niegue, si no hay para comer la ropa queda en segundo plano, si no hay para vestir para que preocuparse por salir, si no hay para salir que más me da a mí… Ya ven, si no hay trabajo, si la economía está por los suelos, si el dinero no llega, si le ves las orejas al lobo… ¿a quién le importa el clima?
El sábado por la tarde nos acercábamos la familia a completo al cine para ver Copito de Nieve, una película dirigida por Andrés G. Schaer y protagonizada por Pere Ponce, Elsa Pataky, Claudia Abate y Joán Sulla. Los padres lo pasaron bien, el niño de 7 años encantado y la niña de 7 meses, asombrada por la novedad, no me hizo salir corriendo ni una sola vez por amago de follón. Pero eso es otra historia. La historia que quería contarles trata sobre la moraleja de la película, que para no fastidiarles argumentación ninguna, sólo les diré que nos dice algo similar a que si eres diferente o piensas diferente al resto, no cambies, mientras no hagas nada malo, la gente te querrá por ser tú mismo.
Y yo no puedo dejar de ser yo mismo, ni siquiera en estos tiempos que nos han tocado vivir. Comienza en Durban (Sudáfrica) la cumbre de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP17), con la asistencia de delegados de 195 países y con el objetivo de renovar los acuerdos internacionales para la lucha contra el calentamiento global, en especial, el único acuerdo vinculante en estos momentos, el Protocolo de Kioto, que vence en 2012.
Como decía al comienzo de estas líneas, efectivamente es difícil abstraerse en estos momentos de la realidad social y económica de nuestros países. Es más fácil y razonable pensar en lo inmediato, en lo que nos asfixia día a día, sin embargo, hay cuestiones que para nada son banales, ni tan siquiera cuando sus efectos más adversos probablemente no los vea nuestra generación. Es una evidencia que el clima está cambiando por la acción del hombre, incluso nosotros mismos, como ciudadanos nos damos cuenta de las diferencias si tomamos 20 o 3o años de nuestra vida como rango de estudio. Las catástrofes tardarán en llegar a nuestros templados climas, pero llegarán y el problema es que poco se podrá hacer entonces para paliar la situación.
Si en algo hay consenso científico en la actualidad es en el hecho de que aún estamos a tiempo de invertir o paliar en parte el problema que estamos generando, sin embargo no va a ser fácil. La cumbre de Durban, salvo sorpresa monumental, está abocada al fracaso.
China, India, Brasil, Japón, EEUU y Rusia, -todos juntos ellos probablemente serán el germen del problema-, se niegan a actuar a corto plazo y buscan soluciones más a largo. Unos, países industriales emergentes, no quieren quedar relegados sobre el resto, saben de su poder y lo van a exprimir al máximo. Otros, la cuna de la civilización occidental (EEUU) y oriental (Japón) necesitan mantener su supremacía industrial para mantener también la económica. El resto cuenta poco. Europa se plegará a los designios de EEUU y con toda probabilidad tampoco podrá en peligro su actual estatus mundial. No están los tiempos para experimentos y mucho menos para recortes dirán. ¿Hay más?
Mientras tanto, es muy populista el descrédito a las energías renovables. No llegan, no bastan, no son tan buenas como dicen. En fin, será mejor seguir como estamos, consumidos por la contaminación en tierra, mar y aire, que apostar por la investigación en otros frentes, renovables o no, que generen nuevas formas de energía (y a la postre trabajo) para poder liberar a nuestra planeta del yugo que le hemos anudado al cuello.
Es curioso. Todo esto me lleva a una reflexión final. Visto que es imposible que todos nos pongamos de acuerdo en nada, me planteo que tenemos un problema como civilización y que este debe estar en alguno de los siguientes frentes: o bien todo, absolutamente todo es relativo, como bien decía Einstein, o nuestro celebro, esa amalgama de neuronas e impulsos eléctricos que tenemos dentro de nuestras cabezas, es terriblemente defectuoso, no funciona bien, no es capaz de llegar a conclusiones únicas sobre hechos únicos. Piensen, cualquier razonamiento lógico, es expuesto a su solución por mil y un ordenadores y esta será siempre igual, sin embargo, se expone a su solución por mil y una mente humanas y me temo que habrá ciento y una soluciones, sino mas. ¿Ustedes que opinan?
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