Durante siglos, el ser humano ha peleado por adquirir derechos. Es una constante en nuestra especie que unos pocos siempre han manipulado a todos los demás, mientras estos lo han permitido. La ley del más fuerte, la del más poderoso, la del que más tierras tiene, la del más rico. Siempre ha sido igual. Los ricos mangonean y la plebe sustenta sus mangoneos a base de sangre, sudor y lágrimas.
Durante el siglo XX, las batallas por los derechos humanos se recrudecieron. Revueltas populares, guerras, puesta en valor de derechos, manifestaciones, puños en alto, gritos de «fuera opresión». Se ganaron muchas batallas. Los poderosos, temerosos de perder la guerra, soltaron un poco de cuerda para que el pueblo creyera en si mismo. Y se consiguió. Unos comenzaron a tener derechos. Los otros respiraron tranquilos. Las batallas finalizaban y seguían manteniendo su estatus, su organización y su dirección. Toma un poco de pan para que yo pueda seguir comiendo tranquilamente langosta.
Cuando las aguas parecían calmas, un buen día, los poderosos se dieron cuenta de que tenían un problema. Ellos y los otros se encontraron de repente con giro de 360º en los modelos de comunicación. Internet llegaba a su adolescencia y lo que antes era un reducto de raros y excéntricos bichos gafudos, se había convertido de la noche a la mañana en un servicio universal. Uno peculiar. Diferente a todo lo que conocíamos. Allí cualquiera podía decir o hacer. Cualquiera podía enviar y recibir. El mundo estaba cambiando repentinamente sin que prácticamente nadie se percatará.
Es algo sutil, parece banal, pero ahí está el germen del conflicto. Antes no se podía, hoy en día, cualquiera puede difundir su propio eco y para más inri, ese eco de cualquiera, puede ser seguido por sus amigos, por su familia, por cuatro desconocidos o por multitudes ávidas de que se yo cuantas cosas de las que carecían años atrás. Es tan obvio lo descrito que nadie cayó en la cuenta de que nos cambiaría para siempre. La voz ya no está en unos pocos, los datos ya no los controlan los de siempre. La cultura, la información, las ideas, la educación y por supuesto la comunicación se hicieron democráticas sin que nadie se percatará de que la guerra había vuelto a las calles… digitales.
Cuando los que controlan el mundo, se han querido dar cuenta, han visto que la tecnología que representa Internet es una amenaza para sus formas de hacer las cosas. Los procesos han cambiado y con ellos muchos modelos de negocio se han vuelto obsoletos. Necesitan una revisión. «¡No! ¡A los tribunales! Pararemos al pueblo, pararemos el progreso, haremos lo que haga falta hacer para que nuestro estatus siga inalterable». En estas estábamos hasta la fecha. Batallas y más batallas judiciales de nuevo perdidas. Los jueces, emblema y símbolo de la libertad, daban la razón una y otra vez a los que la poseían. Las grandes industrias viendo como sus beneficios se reducían y como los juzgados del mundo dictaban en su contra día si y día también, juegan ahora su última carta. Los favores personales.
¿Quién sustenta a los partidos políticos? ¿Quién sustenta el poder? Ya me dirán ustedes. Hoy tienen información en su mano para resolver el misterio. Volviendo al caso que nos traía, si los jueces estaban en nuestra contra, hagamos caso omiso de ellos. ¿Cómo? Con el poder ejecutivo. Con el gobierno de turno. Con aquel o aquellos a los que ayudamos a llegar hasta allí. ¿Se acuerdan del Padrino? Algún día te pediré un favor…
Los que gobiernan saben de la fragante bofetada que están dando a la democracia y a la libertad de sus ciudadanos. Es por ello que lo intentaron antes, cuando todos estábamos a otra cosa y es por ello también que la Ley Sinde se activó el día 30 de diciembre. Con alevosía. Intentando que fuera por la puerta de atrás. Sin querer llamar la atención. «Ahora están con las gambitas, ni se enterarán«.
El problema no es España. Aquí solo somos títeres en manos de la economía mundial y de quien regenta el poder en estas materias. La ley Sinde fue solicitada por EEUU al gobierno de Zapatero, como bien se destapó en los cables de Wikileads y fue condición sinecuanum para que Rajoy entrara al poder. Fíjense lo que han tardado en concederles a estos lo que querían. Debía ser muy importante, ya que ha pasado antes que el paro, la educación, la sanidad, la investigación, el desarrollo y todo lo que tenemos encima con la que nos está cayendo. Lo primero era saltarse como sea a los jueces para, mediante una comisión parcial, cerrar y hacer a su antojo, para perpetuar unos pocos años más sus obsoletas industrias ahogadas por el progreso.
Lo gordo llega como decía de EEUU. La ley SOPA traspasará fronteras para recortarnos a todos los derechos fundamentales por los que tanto hemos luchado, por los que tanto lucharon también nuestros padres, nuestros abuelos… Llega la batalla final por la libertad hacia el acceso a la información, a la cultura, a las ideas, a la educación. Ellos quieren censurar, para perpetuar sus pingües beneficios basados en modelos analógicos sin sentido hoy en día. Otros pocos están empezando a adaptarse viendo la que está cayendo encima. El resto, somos jueces que permitiremos o no que se pisoteen nuestros derechos. La batalla está en su apogeo. ¿Te vas a quedar al margen?
Te engañan cuando una noticia de este calado simplemente se corresponde con unos segundos del telediario en el popurrí final de relleno. Te engañan cuando te dicen que antes de la Ley Sinde éramos un país africano en lo que venimos a llamar derechos de autor. No señor. Hasta entonces éramos un país europeo de primer orden en este sentido, en el que las sentencias por una u otro cosa, para bien o para mal, corrían a cargo de los jueces. Ahora estamos más cerca de ser un país africano. Unos pocos dictarán lo que todos podemos ver, leer, escuchar… consumir.
Te engañan cuando te hablan de piratería. Las cifras están manipuladas, los jueces han declarado legales todos los sitios webs de descarga que estos quieren cerrar. Para ellos, Google es una amenaza, también Wikipedia, Facebook, Twitter, Yahoo… No pueden controlar al consumidor en esta era digital y están haciendo un último esfuerzo por acabar con todo lo que puedan. Lo último que harán será cambiar ellos. Los malos somos nosotros, nos insultan, nos ningunean, nos estafan, nos roban y luego su séquito de «artistas» clama contra todos nosotros. Sirva como ejemplo los lamentables comentarios de Lucía Etxevarria o Alejandro Sanz en los últimos tiempos.
Juegan con ventaja. Ellos se han dado cuenta de que va esto. El ciudadano de a pie no sabe lo que se está jugando. Libertad. Libertad de información, libertad para decidir que compro y que no. Libertad para escuchar, ver o leer lo que cada uno de nosotros quiera. Libertad para que no vuelvan los censores. Libertad para que nadie decida por nosotros. Libertad para decidir que consumir. La guerra la perderán ellos, pero si perdemos nosotros esta batalla, Internet tendrá por fin censura y fíjense que ironía, nada tiene que ver esto con el uso que terroristas, delincuentes, gamberros y demás puedan hacer de la red, no, esto tiene que ver con cercenar la libertad de toda la ciudadanía. Tienes mucho que decir aún si aún eres capaz de elegir lo que consumes. Poca cosa tendrás para elegir si obvias lo que está pasando.
3 Comentarios
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