Que no somos nada es una frase hecha de amplia acogida, al menos aquí en España. La mezcla de filosofía y religión que pueda entrañar esta frase supone más un consuelo y una necesidad de admitir nuestra falta de conocimiento sobre lo que nos rodea que un problema real en si mismo.
La revista Newscientist publica un artículo basado en el estudio de Craig Hogan, físico de Fermilab, titulado «Our World may be a hologram» que me inquieta bastante más, ya que es la física aquí quien se cuestiona que todo lo que vemos, olemos, sentimos y que nosotros mismos en última instancia, no somos nada. La teoría en cuestión viene a postular que toda nuestra experiencia que tenemos de lo que nos rodea puede no ser más que una proyección holográfica de distintos procesos físicos acaecidos en algún lugar del cosmos.
Si, suena a charlatanería más que a física, pero realmente los físicos creen que la teoría al menos no es tan descabellada como parece. Uno de los que la admite como posible es Gerard Hooft Nobel de Física en 1990.
Esta teoría holográfica del universo sale a la luz después de recopilar una serie de datos confusos recogidos por el detector de ondas gravitacionales GEO600, que durante siete años que lleva en funcionamiento no ha sido capaz de captar ninguna de estas ondas pero que al parecer habría recogido una señal que llega desde el límite fundamental el espacio-tiempo, donde el tejido del que está compuesto el universo dejaría de convertirse en el continuo espacio tiempo que creemos conocer para disolverse en una estructura granulada y ser capaz de producir este tipo de fenómenos.
Más información: Our world may be a giant hologram / El universo como un holograma
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