Un gran físico del siglo pasado, Albert Einstein vino a decir de una manera muy simplificada en la teoría que le llevó a la fama que «la percepción del espacio y el tiempo depende del estado de movimiento del observador o es relativa al observador«. Usemos un poco esta simplificación hasta el extremo de la teoría de la relatividad para explicar fundamentos varios, todos ellos referidos a la catástrofe de Japón, producida inicialmente por un terremoto de gran magnitud.
1. Imaginen que viven (y para ello tienen que haber sobrevivido) en uno de los muchos lugares devastados por el posterior tsunami. No les digo que se imaginen la situación, les pido que intenten ponerse en la piel del que allí vive, como si fueran ustedes mismos. Bien, si estamos sincronizados, se habrán dado cuenta de que ya no tienen casa, por ejemplo, ni vehículo para desplazarse hacia un lugar más seguro, todo lo ha barrido la fuerza del mar. Usted ha sobrevivido, pero ¿y su mujer que estaba trabajando? ¿y sus hijos que estaban en la escuela? ¿y el resto de familiares y amigos más directos? No intente llamarlos, no hay teléfono, no hay móvil, no hay internet. Recuerde la magnitud de la catástrofe. El primer día quizá encuentre consuelo durmiendo en cualquier lugar y esperando que al despertar todo haya sido una pesadilla.
Los próximos días se debatirá entre la alegría desmesurada y el desconsuelo más absoluto, dependiendo de si encuentra a sus familiares y amigos, vivos o muertos. Comienza a beber agua en mal estado, no hay agua potable. Los alimentos que con suerte se puede encontrar, quizá todavía estén en condiciones de ser consumidos. Quizá no. Si la ayuda externa no llega pronto, la fiebre, preludio de la enfermedad, aparecerá inevitablemente. Si su casa hubiera resistido a la debacle, dispondrá de unos días para racionarse los víveres que tuviera guardados. No muchos, recuerde que no hay electricidad, por lo que los alimentos habrán roto su cadena de frío.
¿Y si la ayuda no llega en una semana o dos? Tendrá que dormir afinado con otros muchos supervivientes en los pocos lugares bajo techo que hayan quedado en pié. ¿Calefacción? Ya saben la respuesta. ¿Sigo?
Que razón tenía Einstein. La percepción correcta de las cosas es relativa. Si estoy lejos me da pena, si lo vivo o lo viven personas cercanas a mi, el problema adquiere la importancia que realmente tiene… desde la relativa cercanía.
2. Otro problema más. Fukushima. Joder, en pleno debate nuclear si, nuclear no (¿acaso esto es un «déjà vu» de los 80`s?) una central nuclear sufre los embates de un terremoto y empieza la preocupación de unos y el menosprecio de otros. Gente responsable ha llegado a afirmar que era imposible que pasara nada, ya les hablé de ello en «el plátano es radiactivo, ¿y qué?«. Me han sorprendido mucho, la verdad, historias como la de Josef Oehmen y sus muchas réplicas españolas del «¿Por qué no estoy preocupado por los reactores nucleares de Japón?«, por cierto, artículo movido de su lugar de origen… Pues les voy a explicar porque el bueno de Josef y tantos y tantos más defensores a ultranza de la energía nuclear no estaban preocupados. Simplemente porque Einstein tenía razón. La relativa tranquilidad que otorga a estos despreocupados la enorme distancia que les separa de Japón, les despreocupa, valga la redundancia. Si al abrir la ventana de su casa vieran la central nuclear en el horizonte, tendrían una relativa mayor preocupación. ¡Joder, qué listo fuiste Albert!
3. Debe ser la relatividad también la que ofusca la razón. No vayan a decir que no me preocupa el problema de la central nuclear, claro que me preocupa, además viene a demostrar mi oposición a esta tecnología como sustituto de lo térmico. Sin embargo creo firmemente que el mal ajeno no debe ponernos en este debate activo, debería haber sido la inteligencia humana la que, independientemente de Fukushima, hubiera llegado a la conclusión de que hay que buscar otras fuentes de energía limpias, competitivas y sobre todo seguras. Lo que me asombra es la reacción de los medios ante toda la catástrofe. ¿Nos hemos olvidado ya de los muertos, desaparecidos y personas que necesitan ayuda por el terremoto y el tsunami para centrarnos en si la jodida central nuclear explota o no? ¿La función de los medios es simplemente informativa? ¿No deberían tener un código ético de actuación en este tipo de catástrofes por su facultad de prescripción hacia el resto de la población?
Pensar a veces no es bueno, ya que te lleva a conclusiones que -de vez en cuando- no son muy gratas para el espíritu. Relativizando, nos damos cuenta, que en cuatro días, lo que les haya pasado a los más de 10.000 probables muertos por el terremoto, a la multitud de desplazados y a los que se han quedado con poco o con nada, la tragedia, la necesidad de ayuda, todo eso… ¿no tienen la sensación de que ha quedado en segundo plano para centrarnos en el alarmismo que relativamente vende más? Será cierto entonces que relativamente ya no importa que fue de Haití, del cólera que diezma su población, de los niños que mueren de hambre a diario, de…
Jodida relatividad humana.
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