Vaya semanita religiosa que hemos tenido por delante, a las espeluznantes declaraciones del señor Ratzinger sobre los preservativos, se ha unido la gloriosa campaña de la iglesia a favor de los niños y en contra de los linces. Dos perlas difíciles de digerir por cualquier persona con un mínimo sentido común.
Siempre he tenido un gran respeto a la iglesia, más por ser amante de las tradiciones y por respeto a la familia creyente que por otra cosa, pero es cierto que practicante, lo que se dice practicante, pues no lo soy oigan.
Vayamos por partes. Que el supuesto jefe de la iglesia o de cualquier entidad con la suficiente moral y decencia para representar a sus semejantes, se plante esta semana en Camerún (África) a decir literalmente: el SIDA «no se puede resolver con eslóganes publicitarios ni con la distribución de preservativos«, y que éstos, «al contrario, sólo aumentan los problemas«. «La única vía eficaz para luchar contra la epidemia es la humanización de la sexualidad«, añadiendo, «una renovación espiritual«, destinada «a sufrir con los sufrientes«. Vamos, la dura y cruel abstinencia y la oración al creador de la enfermedad.
Este señor, venido sin duda de otro siglo -que no el xx- ó cínico como el sólo -que no pasará detrás de los muros del Vaticano-, llega a África, un país hundido por la miseria que deja el hambre, la falta de agua y las enfermedades y se atreve a vaticinar que el preservativo sólo aumenta los problemas a una población diezmada por la enfermedad del SIDA. Este señor bajo mi humilde opinión debería dedicarse a otra cosa, la sotana le viene grande. Es una total inmoralidad, bajo el amparo de la religión o de lo que coño sea, decirles a unos fieles seguidores de un nivel cultural mínimo, que el preservativo aumenta el problema del SIDA. Este hombre de Dios, lo que quiere es provocar un genocidio. Hoy, según estoy escribiendo este post, realmente me avergüenzo de decir que soy católico y esta persona, mi supuesto representante ante Dios.
Y no acaba ahí la cosa. La campaña con la que la «ejemplarizante» Iglesia nos sorprende esta semana, tampoco tiene desperdicio. Comparar la protección de los niños, con la de una especie que está en peligro de extinción me parece repugnante. Por cierto, que el lince famoso ni siquiera está en peligro de extinción, porque no se corresponde la fotografía al lince ibérico, sino al lince euroasiático o boreal, que gracias a su Dios, supongo, que no al hombre, no se encuentra, al menos de momento, en peligro de extinción. Da igual, la campaña no estaba enfocada por ahí.
Dejémonos de monsergadas y papanatadas, la ignorancia ha pasado a un segundo termino en gran parte de la población. Por supuesto la ética tiene que prevalecer ante todo, pero hay situaciones en las que la madre y el padre, tienen que tener ciertos derechos a decidir. Es un tema profundamente delicado sin duda, y al que hay que poner un tiempo de decisión en determinados casos. No puede ser que una mujer haya sido violada y no tenga el derecho a tomar la pastilla del día después o a abortar en caso de malformaciones que puedan hacer peligrar la vida del hijo o de la madre en el parto.
Y harían bien en callar estos siervos del señor, del que les recuerdo que a día de hoy, es el mayor asesino en serie de la historia de la humanidad, siempre eso si, bajo sus misteriosos designios inescrutables, que tontos de nosotros, no llegamos nunca a comprender.
No me tomen el pelo por favor, ni a mi, ni a los que no queremos vivir inmersos en tanta patraña arcaica y machista. Ustedes los que creen de verdad de pensamiento -aunque haya veces que parezca que los lleva el mismo demonio-, ustedes, hagan lo que quieran hombre, pero dejen al resto vivir en paz, que mientras no hagamos nada malo a nadie, las únicas cuentas que rendiremos serán con él. Y ponerse un preservativo, follar, abortar -en casos muy determinados- y no ir a misa porque uno está harto de tanta superchería y bobatería, perdonen que les diga, para mi Dios, ese que me escucha siempre pero que nunca me contesta, para él no es nada malo, por lo menos hasta que no me diga lo contrario.
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