Es desconcertante. Los avances tecnológicos de los últimos años están cogiendo velocidad de crucero y empiezan a corroborar las teorías de Ray Kurzweil que hablan del concepto Singularidad Tecnológica. Internet ha acercado la información a todo el mundo, ya no dependemos de gustos, modas o intereses de otros a la hora de saber que pasa en nuestro mundo y quien más o quien menos empieza a oír hablar de los últimos avances en tecnología que se desarrollan por todo el ancho mundo.
Pueden tomar como muestra la noticia del lunes de los drones de Amazon. Es una noticia de impacto que gracias a la velocidad a la que se transfiere hoy en día la información de persona a persona, llega también a los medios más tradicionales provocando una difusión espectacular de unos aparatos que en la mente de la mayoría de las personas, solo servían hasta el momento para oscuros proyectos militares. A partir de ahora, unos y otros, miraremos de forma diferente a los drones, les dotaremos de nuevas posibilidades reales o imaginarias, pero seremos conscientes de que su uso no vendrá solo dirigido por ejércitos de uno u otro país, sino que empresas reales, quizá nuestras propias empresas, podrán pensar y diseñar acciones para aprovechar estos u otros artilugios.
En otro orden de cosas y siguiendo en sexta a toda velocidad por nuestra particular autopista del avance tecnológico, podemos observar cómo hemos adoptado masivamente un reciente e inseparable objeto, el smartphone. Otrora de uso exclusivo de raros, frikis, geeks, heavy users y especímenes que pasaban su tiempo mirando y tocando la pantalla de un móvil, mientras el común de los mortales recelaba de sus usos otorgándoles en muchos casos poderes maliciosos que provocarían sin duda que los que lo portaban serían ya por siempre seres antisociales e incluso peligrosos, amparados en estas conclusiones por estúpidos estudios de ignorantes psicólogos que tenían su minuto de gloria en nuestros analógicos televisores.
Ya ven como hemos cambiado. «Yo nunca utilizaré el CD, pierde la esencia de la música«, «yo no necesito ese aparato, un móvil es para llamar«, «yo nunca leeré libros en una tablet, a mí me gusta como huele el papel» y podría seguir hasta el infinito. Negación por desconocimiento. Antes duraban años estas posturas de los «anti-todo lo que no conozco», hoy en día la brecha es más corta, la mayoría se empieza a hacer más receptivo, después de probar hace años los CDs y más recientemente los smartphones, las tablets y en general todo los aparatos digitales que hoy facilitan (todos no) nuestra vida.
Escribía hace unos días una cita por aquí de Douglas Adams, autor entre otras cosas de El Autoestopista Galáctico que viene a resumir bien lo anteriormente descrito: “He dado con una serie de reglas que describen nuestras reacciones a las tecnologías: 1. Cualquier cosa que está en el mundo cuando naces es normal y corriente y es simplemente parte de cómo funciona el mundo. 2. Cualquier cosa que se inventa entre que tienes quince y treinta y cinco es nuevo y emocionante y revolucionario y probablemente puedas hacer una carrera en ello. 3. Cualquier cosa inventada después de que cumplas treinta y cinco va contra el orden natural de las cosas”.
Ya que hablamos de citas que resuman esta peculiar actualidad, les recuerdo también la publicada ayer aquí del creador de Amazón, Jeff Bezos: “Internet está provocando una disrupción en cada industria de medios. Ya sabes, la gente puede quejarse de eso, pero quejarse no es una estrategia. Amazon no se está llevando la venta de libros, el futuro se está llevando la venta de libros”.
Y llegan más cosas, las gafas inteligentes (no solo corre google en esta dirección), los lectores de impulsos cerebrales, el reconocimiento de acciones y movimientos, la impresión 3D, la ultraconexión de todos los aparatos a Internet o Internet de las Cosas que va ligada también al concepto de Smart Cities, hasta hora una apuesta de imagen política y en breve una realidad tangible y mil y un desarrollos más que irán poco a poco acortando por un lado la diferencia entre hombre y máquina y por otro preparando una fusión biológica y tecnológica inevitable. Más tarde o más temprano.
Paralela a esta autopista de desarrollo cada vez más rápida y precisa, podemos ver a lo lejos una angosta carretera por la que aún circulan muchos vehículos, vehículos que defienden a capa y espada planteamientos más propios del siglo pasado que de este e incluso algunos propios del XIX o incluso del XVIII. Defensores de la homeopatía, convencidos de que nos están fumigando (teoría Chentrail) bajo perversos intereses de la industria farmacéutica y gobiernos varios. No sigo por esta línea que da para un libro con majaderías y chaladurías diversas de charlatanes de feria que hacen su particular agosto en las orillas de esta peculiar carretera.
Por esta vía lenta transita también nuestro gobierno actual y transitaron anteriormente los que en su momento tuvieron que decidir los designios de los ciudadanos de este país. Leyes de educación malversadas e interesadas que siempre, con unos o con otros, dejan atrás al conocimiento actual, a la ciencia, a la tecnología y al emprendimiento o a la empresa, para potenciar los muy interesantes y educativos ritos religiosos ancestrales, la diversificación de la música en dos asignaturas o los lenguajes locales o regionales y si acaso en ese batiburrillo de cosas que es la asignatura de Conocimiento del Medio, muchas de ellas ligadas a la ciencia, quizás tenga usted «la suerte» como nosotros, de encontrarte con una profesora que apela a los siete días de la creación para zanjar disputas digamos «un poco más eruditas».
Se congestiona la circulación con los amantes de las artes sociales, esas que inundan nuestros medios de patochadas y disputas que en su mayoría se corresponden en descubrir con quien se acuesta fulanita o menganito o que terribles actos han provocado que dos o más ignorantes faltos de educación primaria, griten e insulten a diestro y siniestro en programas varios de medios varios que todos nosotros conocemos. Y todas sus variables. Quiero «casar» a mi hija, a mi hijo, a mi madre, a mi padre, al perro y demás.
A pesar de todo, el avance continua, con buena o mala educación, con ciencia o pseudociencias o con televisión basura. Eso sí, luego tenemos que dedicar tiempo a pensar en los porqués de los malos usos de las tecnologías. Y a mi que me sorprende que lo hagamos.
Hay y creo que siempre habrá, conexiones entre esta autopista superveloz y la dichosa carretera, los caraduras, desgraciados y jetas que engañan, malversan, extorsionan, ridiculizan, hacen daño, se dedican a joder al prójimo, roban, violan y matan entre otras cosas. De ellos me acuerdo cuando me nombran (muy a menudo) que tal o cual tecnología nos hace «menos humanos», entonces recuerdo siempre que voy por el camino correcto, sea más corto o más largo el trayecto que tengamos que recorrer.
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