El 15 de Mayo de 2011 muchos españoles veíamos con asombro como el habitual inmovilismo de nuestra sociedad quedaba atrás para regocijo de muchos y estupor de otros. Fue el primer toque de atención hacia el estamento político. Días antes de las elecciones municipales y regionales del 22 de mayo, el país estallaba en un indignado «basta ya» bajo una revuelta pacífica que tuvo muchos focos en muchas ciudades españolas, pero cuyo «leit motiv» se había instaurado en la Plaza del Sol de Madrid, a modo de manifestación y posteriormente de acampada pública.
Los movimientos #democraciarealya y #nolesvotes se hicieron al frente para ser portavoces de un sentir mayoritario. El mundo miraba atónito hacia el centro de Madrid y políticos y fuerzas del orden se veían superados por el clamor popular.
Poco o nada ha cambiado desde entonces. El sistema sigue sus cauces tradicionales y las quejas quedaron en el sentir de todos. La falta de líderes y la toma de decisiones ardua y compleja que instauraron los acampados en sus debates y asambleas han desordenado el sentir inicial de las protestas. La acampada tuvo su sentido antes de las elecciones, como elemento máximo de protesta de un pueblo cansado e indignado con sus gobernantes, pero al finalizar estas, también finalizó el sentido de las tiendas de campaña.
La poca agilidad en sus decisiones ha desvirtuado significativamente un movimiento con millones de adeptos para regocijo de los que contraatacaron en su momento con palabras como «antisistemas«, «movimiento orquestado» o «perroflautas«. Por desgracia, una gran iniciativa social, corre el peligro de desacreditarse por si misma por la insistencia de unos pocos de seguir beligerando de manera inapropiada al momento en el que nos encontramos.
Los que insistieron tenían razón en que no se ha conseguido nada, pero no entendieron que las tiendas deberían haber acabado tras las elecciones para reorganizar la protesta bajo otras pautas. Mucho se ha hablado estos días de mantener manifestaciones puntuales, de organizarse en la red o incluso de crear algún movimiento político que pudiera canalizar lo que tantos y tantos sienten. Cualquiera de las tres acciones habría sido acertada. Esperemos que la tardanza en eliminar la subversión hacia el sistema no haya terminado por deslegitimizar para la mayoría de los españoles el espíritu del 15M. Ahora por fin se acuerda el final de la acampada con un acto festivo el domingo 12 de junio, que tendrá su punto oscuro en la decisión de una minoría que aboga por permanecer en el sitio, celebrar una acampada simbólica una vez al mes o transformar el asentamiento en un campamento itinerante que cada semana se instale en una plaza de la capital.
Antes nos representaban a todos, ahora solo se representan a si mismo unos pocos. Antes la radiofórmula y los envites televisivos tuvieron que escuchar y aprender -aun torciendo el gesto-, ahora cobrarán fuerza los ataques hacia la inicial protesta. Sol y demás acampados tienen que entender que nuestro problema no es la democracia ni las decisiones democráticas, que seguramente será lo que mejor tenemos, nuestro problema son las actitudes políticas y algunos políticos que malversan el paquete original. No nos confundamos. Los millones de españoles que apoyamos el Democracia Real Ya, no estamos en contra de todo, no nos gusta ver nuestras plazas convertidas en minifundios, dirigidos en asamblea, de personas que no representan el sentir mayoritario. Queremos volver a los orígenes del movimiento 15M y para ello es necesario un debate intenso sobre las acciones a tomar. El secuestro de nuestras calles tuvo un sentido puntual, ahora corremos el peligro de obcecarnos y que nuestro ideal se desvanezca en la nada de los pocos que siguen abogando por este tipo de acciones.
“Una vez comenzada la batalla, aunque estés ganando, de continuar por mucho tiempo desanimará a tus tropas y embotará tu espada. (…) he oído hablar de operaciones militares que han sido torpes y repentinas, pero nunca he visto a ningún experto en el arte de la guerra que mantuviese la campaña por mucho tiempo. (…) Así pues, lo más importante en una operación militar es la victoria y no la persistencia. Esta última no es beneficiosa. Un ejército es como el fuego: si no lo apagas, se consumirá por sí mismo. (…) La victoria completa se produce cuando el ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo, y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia»
Sun Tzu (Autor de «El Arte de la Guerra«)
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