Decía mi abuela de ellas que eran hijas de la madera. Nunca me acostumbré a ese sabor al natural, mitad madera, mitad fruto seco, sin embargo cuando el fuego se les aproxima adquieren otra dimensión de gusto y sabor. Acompañadas también del misticismo de la época, por otros lugares celebrada en honor de todo tipo de aparejos escalofriantes, aquí en nuestra España querida, abrazar un cucurucho de papel repleto de castañas asadas, inmediatamente después de su salida de una enorme fogata, es uno de esos placeres que todo ser humano encuentra en esta época en la que el frío empieza a hacerse notar. Antesala del invierno.
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