Mira que había hecho un servidor picnics aquí y allá, un día en un monte, otro día en una playa, más días en campos diversos de la geografía hispana… Quedarán muchos sitios donde realizar el noble arte del comer chorizo, cecina, pinchos varios y demás viandas, pero hoy, treinta de marzo de dos mil diez -ayer para el lector ocasional de este blog-, amante de picnics y parrilladas que se considera su servidor, ha cumplido el sueño de cenar oficialmente en forma de picnic en el jardín de su propia casa.
Frío hacía un rato, pero que quieren que les diga, no me habían sabido nunca los nachos tan ricos, ni la sidra tan sabrosa. Cosas del tener buena compañía a mi alrededor en buena medida y del estar donde se quiere estar en otra buena. Si me dejan que les de un pequeño consejo en cuanto a picnics se refiere, cualquier día que se acerquen a la preciosa ciudad de París, no dejen de parar allí por donde el Sena se bifurca alrededor de la Ile Saint-Louis y siéntense encima de una toalla o manta al uso para sacar allí mismo todas sus viandas, otra experiencia única.
Ya saben, busquen sus sueños y cúmplanlos, merece la pena.
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