Les pongo en antecedentes. Netflix, con millones de clientes en Estados Unidos, tenía una tarifa plana de 9,99 dólares al mes, cuota que permitía disponer de toda su base de datos de DVD (te los enviaban a casa y tu los devolvías) o visionar en streaming a través de Internet. Todo perfecto. El público alababa la iniciativa y se apuntaban en masa a disfrutar de sus contenidos de forma «legal». Pero Netflix cometió un error. El mismo por el que la industria del cine pierde adeptos (de pago) a marchas forzadas.
Un buen día alguno de sus directivos se levantó de la cama y dijo: «ahora que tenemos millones de usuarios, vamos a subirles el precio de nuestro servicio para ganar más«. Y de la noche a la mañana, la subscripción por streaming paso a costar 15,98 dólares al mes (60% de subida). Netflix perdió en pocos días un millón de clientes indignados, pero eso no fue lo peor. La mancha que ha quedado sobre la compañía a pesar de que su fundador Reed Hastings tuvo que agachar las orejas, pedir perdón y recular, está marcando su actual operatividad. El NASDAQ le «ha premiado» con una importante bajada de valor, de los 200 euros por acción en el pasado mes de julio, se sitúa en estos momentos alrededor de los 85 dólares.
Un buen porrazo 2.o, una empresa con una imagen intachable a modo de héroe americano que venía a poner cordura en el sector cinematográfico, ha pasado en pocos meses a generar desconfianza entre sus clientes y estos la ven ahora como un villano venido a menos del que no sabes por donde va largar la próxima. Lean aquí más sobre el asunto, por cierto, entre otras cosas, como las condiciones de distribución españolas, este es uno de los motivos por lo que Netflix no está en España, cuando se había programado la irrupción en nuestro país en estos primeros meses del año.
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[…] modelo televisivo. Internet es inmediatez, lo que tienen en USA está ya aquí. Con el cine igual. Netflix es una alternativa a pesar de los pesares. Yo quiero consumir series y películas cuando tengo […]