En su momento no me postulé en torno a la polémica Adriá vs Santamaría o cocina de autor vs cocina tradicional y hoy lo voy a hacer. Vaya por delante que mi voto es para la cocina española, la cocina de siempre, la cocina bajo mi punto de vista de calidad, la tradicional, la de toda la vida, la de los sabores naturales.
Y hoy más que nunca. No me prodigo mucho viendo la tele, si tuviera el aparatito para medir share en mi casa, estos serían raquíticos por mi experiencia, pero me gusta ir viendo diferentes telediarios cada día, en principio para estar informado, aunque mantengo que para esto, a día de hoy, hay otros medios más eficientes. Pero esta es otra historia, simplemente lo comentaba porque en mi rato de tele de hoy me he encontrado con un reportaje de MadridFusión en el que un cocinero se vanagloriaba de hacer platos con sabor a roca de mar. Si, no es una errata, el buen hombre había diseñado una máquina -similar a una batidora por cierto- cuya función era extraer los agradables aromas de las rocas de mar para poder traspasarlos a sus -supuestamente- exquisitos experimentos culinarios.
Dentro de la tontería actual por hacer el plato más extravagante posible, bajo mi humilde entender, se están traspasando ya ciertos límites en este tipo de creación. No nos olvidemos que la comida es para alimentar, no para exponernos a creaciones incomestibles, alteraciones genéticas de ciertos alimentos y barrabasadas similares. Que somos omnívoros leches, no come-piedras.
Si algún sabor queda en mi recuerdo, no es ninguno de estos platos azarosamente preparados y con un gusto esquisito, eso si, en su presentación. Los sabores que han quedado marcados en mi memoria y que nunca olvidaré son las lentejas de mi abuela, las alubias de mi otra abuela, el chuletón que hace a la brasa y la merluza en salsa verde de mi padre y las croquetas de mi madre por citar sólo algúnos ejemplos. El resto son pajas mentales, al menos como decía anteriormente bajo mi humilde entender.
Por cierto, me ponen para comer en un restaurante el plato que acompaña este post, pago, me levanto y me voy. Bueno, igual después de pagarlo pruebo un poco, que los tiempos no están para semejantes derroches.
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