Escuchaba en la radio hoy como se escandalizaban los locutores y oyentes (supongo), entre los que me incluyo por cierto, para que no se me malinterprete, por un hecho singular. Dos jugadores de fútbol que en plena algarabía por meter gol, se tocan el culo. No tengo detalles sobre como fue el hecho en sí mismo, palmadita, magreo o similar, ¿realmente importa? El caso es que esto sucedió en Irán y ya saben que allí las cosas se sacan del tiesto con una facilidad pasmosa. Los susodichos han quedado inhabilitados de por vida para la práctica del fútbol y se arriesgan a dos meses de prisión y 74 latigazos en el estadio en el que cometieron su «injuria moral».
¿Cuantos casos como estos conocemos de aquellos lejanos y extraños países? Sus normas y leyes nos asombran a diario por improcedentes y lejanas a cualquier lógica humana medianamente civilizada. Occidente clama al unísono contra las atrocidades ocurridas dentro de las fronteras de según que país.
Con doble moralidad. Uno de los que seguramente habrán despotricado a más no poder sobre procedimientos mil fuera de sus fronteras, será William Adams. ¿Y quién es este tipo? dirán ustedes. William Adams es un juez de Texas (EEUU) que con toda seguridad habrá dictado justicia durante muchos años en el territorio de su influencia. Una justicia particular.
No tengo los suficientes escrúpulos morales para incluir el vídeo aquí, pero lo pueden ver en esta dirección si les apetece, que para eso la información es libre. El caso es que el señor juez cazó a su hija discapacitada, allá por 2004 descargándose música, a su manera de entender, de forma ilegal. ¿Cuál fue el castigo? Una somanta de palos… perdón no es el término correcto. Cinto en mano, el bueno del juez, masacra a latigazos a su propia hija, con el beneplácito de su madre, quien por cierto también colabora en la tortura, propinando algún que otro latigazo a la desdichada joven.
Difundido el vídeo y puesto en conocimiento de la justicia, el tal Willian, recto dispensador de justicia, matizó «En mi opinión, no hice nada malo más que castigar a mi hija cuando la sorprendí robando. Perdí los estribos, pedí disculpas. Parece peor de lo que es«.
Y ahora perdónenme la comparación, pero puestos a comparar y a imaginar que supuesto es mejor, no sabría con cual quedarme. Por un lado los dos «juguetones» iraníes recibirán seguramente 74 latigazos ante el jolgorio de las masas, eso si, al menos sabrán que cuando acabe, acabó. Póngase en el caso de la pobre chica. En la intimidad de su casa, un recto padre que ha perdido los estribos les masacra a latigazos ¿hasta cuándo? ¿parará o en su enajenación sobrepasará algún límite? Ustedes verán.
Deplorando ambas situaciones, me permito compararlas por aquella doble moralidad del mundo «civilizado». En Irán se comenten aberraciones impuestas por ley y aquí se comenten aberraciones impuestas por la ley del primero que pierde los estribos y la razón. Y luego todos a seguir impartiendo justicia, bien en el altar del señor juez, bien en el taburete del bar de la esquina, diciendo lo locos que están aquí o allá por tal o cual cosa. ¡Coño, si nosotros también tenemos ombligo!
2 Comentarios
Más claro, agua … es como dice el refrán, «el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra». Yo he visto el video, y me dan ganas de «ajostiar» al susodicho procer en sabiduría justiciera. Lo más penoso, a mi parecer, son los valores de esta sociedad, que cada día van desapareciendo. El respeto, en todas sus vertientes, ha desaparecido, prevalecen las malas maneras, el oportunismo, la envidia … Ya no solamente nos preguntamos a donde vamos, yo preguntaría : ¿A donde llegaremos?
Buena pregunta, gracias por el comentario Paco