Vivimos en un mundo convulsionado por la acelerada digitalización de nuestra sociedad. En los últimos años se han cambiado muchos procesos y nos encontramos en un periodo de adaptación a nuestros entornos de trabajo y de ocio que se presume largo en países como el nuestro, en los que la formación de base tecnológica es pobre tirando a nula. El conocimiento del entorno digital en España queda lejos del aprobado general y nos sitúa en una preocupante situación a la hora de reconducir nuestra actividad económica.
Hoy en día hay dos mundos que chocan frontalmente a cada momento. Uno de ellos, el conservador, pretende hacer las cosas como siempre se han hecho, independientemente de hacia donde se dirija nuestro mundo. Intereses económicos y desconocimiento tecnológico son los principales baluartes de los que afrontan el cambio como una afrenta contra la que hay que luchar hasta el último aliento. Los otros, pocos de momento, algunos más acertadamente, otros más distantes del camino, han sabido seguir los senderos que empiezan a convertirse, gracias al poder de la masificación, en verdaderas autopistas con infinitas posibilidades para reorientar o comenzar nuevos negocios.
El asunto se podría resumir como una batalla entre tecnófobos y tecnólogos, ya que de tecnología tratamos. Podríamos hablar de tendencias sociales, pero no es el caso. Realmente la simpleza de la definición de los individuos con la que comienzo este párrafo es totalmente errónea, aunque nos puede ayudar a comprender que hay dos bandos y por supuesto también hay un gran grupo en medio de ambos, de esos que hoy creo que esto es lo que se lleva y mañana todo lo contrario. La cuestión es más simple, el mundo «analógico» tal y como lo conocíamos ha cambiado como muchos de ustedes ya saben. La información corre hoy a raudales por soportes de todo tipo y el acceso a ella se empieza a democratizar para delirio de unos y terror de otros. Y aquí nos encontramos con el verdadero artífice del cambio. El acceso a la información.
No crean que el cambio que estamos viviendo viene dado por fantásticos aparatos tecnológicos que tocamos y responden a nuestros gestos con total naturalidad. Estos aparatos simplemente han sacado nuestro trabajo, ocio y sobre todo la información a la calle, han hecho las veces de vehículos por los que accedemos a un mundo que ya conocíamos antes y que hoy llevamos en la palma de la mano para mañana llevarlo quien sabe donde. ¿Se ha planteado usted como empresa o como particular como accede a la información? Hoy en día en cualquier momento, en cualquier lugar. Lo que hace unos años llevaba un tiempo de investigación insufrible, hoy está al alcance de un par de «clics». Es obvio dirán algunos de ustedes, pero no es una banalidad este hecho. Realmente los que estamos cambiando somos nosotros, algunos lo perciben y otros no, pero invariablemente nos estamos adaptando a la realidad de nuestro entorno, como mayor celeridad o con mayor torpeza, da igual, estamos empezando, el hecho es que percibimos las cosas de manera diferente a como lo hacíamos hace unos pocos años.
Dicen que si tu empresa no está en Internet no existe. Tampoco es para tanto dirán algunos, sigo vendiendo igual que antes. Ya me contarán dentro de pocos años. Hoy muchos nos guiamos en nuestras acciones laborales o de ocio por nuestros conocimientos sobre la red. Unos buscamos de una manera, otros de otra. Algunos han adoptado a las redes sociales como hijos propios, otros no las pueden ni ver y para ellos Google sigue siendo el rey. Hoy, pocos no saben que para cada cosa específica puede haber un lugar adecuado para encontrarla. Mañana incluso será más fácil y rápido. Hoy, la mayoría que no encuentra fácilmente algo, lo desecha y busca otra opción. Hoy, año 2012, todavía muchos se quedan fuera de juego por terquedad. Mañana pocos sobrevivirán, empresarialmente hablando, el sistema los eliminará sin contemplaciones. No se estresen, aún nos queda a todos mucho por aprender.
Un ejemplo es la responsabilidad social que tenemos todos, cada uno en su justa medida. Quien más quien menos, emitimos información al mundo. Unos grandes artículos y reportajes de todo tipo, otros, pequeños escritos hechos con mayor o menor conocimiento, otros recomendaciones varias sobre tal o cual cosa, la mayoría «me gusta» o «no me gusta» y «follow» o «unfollow».
Cada palabra que escribimos hoy en día tiene su correspondiente eco. Los grandes medios llegan a más gente, los más pequeños a menos y cualquiera de nosotros, a través de cualquier red social tenemos un pequeño (o gran) nicho de personas que observan y son prescriptores de nuestro conocimiento. Para todos nosotros, en este mundo informativo que gira a velocidad de vértigo, se debe imponer una responsabilidad social sobre todo aquello que decimos o recomendamos. La veracidad de la palabra y la revisión constante de nuestras fuentes, se hacen más importantes cada día que pasa de cara a disponer de nuestro propia reputación social, nuestra legitimidad en la red. Los grandes de la información pueden perder esa legitimidad a gran velocidad, mientras que el más pequeño puede adquirirla a la misma velocidad. Nadie está por encima de la verdad, por suerte para todos nosotros.
En el cara a cara buscamos un reconocimiento personal en cada palabra que utilizamos, en la red todavía no lo entendemos de la misma manera y es nuestra misma reputación la que está en juego. Hace poco publicaba en twitter: «La inteligencia de nuestra época pasa por la capacidad de procesar grandes cantidades de información. ¡Qué cosas escucha uno!«. Empresa o persona, quien quiera que fuese a quien me refería, ya había perdido toda su credibilidad para mi persona. Cuiden lo que dicen, aseguren sus fuentes, recomienden bien, no menosprecien el mundo digital… ejerzan responsabilidad social, quieran o no esto no va a parar de crecer, le pese a quien le pese y usted, sea quien sea, se juega mucho en ello.
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