«A veces pienso en lo afortunados que somos al vivir en esta época. La primera vez en la historia de la humanidad que visitamos otros mundos e investigamos el cosmos en profundidad. Pero si hubiéramos nacido en otra época más temprana, por mucha que hubiera sido nuestra dedicación, no habríamos podido comprender que eran las estrellas y los planetas«.
No son palabras mías, sino de uno de mis instructores en el pensamiento científico, el maestro Carl Sagan, lamentablemente fallecido a la edad de 61 años hace ahora ya más de 12 años.
Cuanto ha cambiado el mundo desde su fallecimiento allá por 1996. Cuanto ha cambiado el ser humano desde entonces. Los continuos descubrimientos científicos nos abren día a día los ojos sobre la realidad que nos rodea. La religión, la superstición va quedando de lado a medida que empezamos a ser conscientes de nuestro propio entorno, de nuestra propia armonía con el universo.
Me imagino la cara de ilusión, que no de asombro de Carl Sagan, si hubiera vivido los últimos descubrimientos de la humanidad. Agua en Marte, exoplanetas, choques armoniosos -desde la lejanía- de agujeros negros… El conocimiento humano avanza a pasos agigantados, aunque el día a día no sea una buena perspectiva para analizarlo, sin embargo en perspectivas más alejadas nos damos cuenta de cuantas tonterías y patochadas se destierran de nuestra cotidianidad para aferrar nuevos conocimientos. No somos nada.
«Puede que las estrellas sean hogueras que alguien ha encendido por la noche… pero porque esas hogueras y las personas que las hicieron no caen a nuestros pies, por que no caen del cielo tribus extrañas«. Carl Sagan en un fragmento del capítulo «El espinazo de la noche» de su mítica serie Cosmos. Disfrutad.
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