Cada vez es más habitual encontrarte en alguno de esos medios llamados «tradicionales», término aceptado socialmente por aquello de no decir «antiguos», algún debate, entrevista o análisis sobre una u otra cosa tecnológica. Quien participa del asunto, generalmente suelen ser individuos «tradicionales», con escaso conocimiento tecnológico, partícipes tan solo de pruebas varias en las redes sociales de moda. Suelen participar también los típicos eruditos, sociólogos, psicólogos y compañía, que suelen tener aún menos conocimientos del asunto que los anteriores individuos, pero que sin pelos en la lengua son capaces de ofrecer sesudos estudios propios sobre el individualismo y la soledad que genera la tecnología. No me digan que no han oído eso de «mientras hablan no paran de mirar su móvil» o «el usuario de Internet (internauta para ellos) tiene falta de cariño, es solitario o busca consuelo o cobijo allá por el ciberespacio«. Apasionantes debates.
Digo todo esto mientras escucho sin ninguna atención un programa de televisión que dedica 15 minutos y cuatro contertulios a analizar el «fenómeno» Selfie. Y me dirán ustedes… ves, ves, no presta usted atención al programa, está embobado con el ordenador en sus manos, navegando por quien sabe dónde y realizando quien sabe qué. Es usted un sociópata, solitario, amargado, mediocriminal (por aquello del «pirateo») y si me apura, un friki. Eso, friki, así se soluciona todo. ¿Y por qué? ¿Por qué no presto atención a un programa mediocre que por desgracia es lo mejor que hay a estas horas en más de 30 canales de televisión? ¿Por qué prefiero ver lo que quiero, cuando quiero y de la manera que quiero? Pues seré entonces lo que tenga que ser, pero les voy a decir lo que son la mayoría de los que aportan su conocimiento a estos interesantes debates…
Analfabetos digitales. Sí, me han leído bien. Analfabetos digitales. Tipos que en general, lo más que han hecho en Internet haya sido bajarse alguna canción, película o similar para luego criticar hipócritamente lo que ellos llaman piratería, que no viene a ser otra cosa que «no hagan los demás lo que vengo yo haciendo desde…». Tipos que hace un año, dos o tres han entrado en Facebook y Twitter y tienen unos cuantos miles de seguidores gracias a la fama de otros medios o a tediosas y cansinas fórmulas para conseguir «backfollows» a diestro y siniestro.
Y poco más, la mayoría, me pueden creer. Emails y ya. Ah, bueno, me olvidaba, ahora smarthphone claro, cuando hace dos años los mismos, en los mismos programas criticaban la falta de teclas y la poca usabilidad de iPhones y compañía. Esperen, que esto me hace recordar que estos eran los mismos que un año antes de los dos años anteriores, no entrarían en una red social ni que les clavaran chinchetas en los ojos, que eso era de asociales y solitarios, decían. Y los mismos que nunca leerían jamás en la vida un libro electrónico y que anteriormente no necesitaban Internet para nada, que para eso estaba el fax y los móviles, y poco antes que para que narices querían ellos un móvil con tantas cabinas a su alrededor y…
Y seguiría y seguiría pero perdónenme que son las once de la noche, así que voy a contarles mis conclusiones, que si han llegado hasta aquí, supongo que las estarán esperando, bien porque les interese el tema y piensen lo mismo que yo o bien para ver que tripa se le ha roto a este. Pues es bien simple el asunto a mayores. Unos desconocen por miedo, miedo a no comprender, miedo a no saber, miedo a meter la pata, miedo a muchas cosas. El miedo lleva al negacionismo, es más fácil atrincherarse en lo conocido desde la infancia, en lo que uno puede y debe saber defenderse que abalanzarse hacia el abismo desconocido de vete tú a saber qué. Otros por interés. La mayoría de los de este segundo perfil, vienen de esas empresas ancladas en el pasado y a las que Internet, las Redes Sociales, el WhatsApp y en general eso que llaman «nuevas tecnologías» se las están llevando por delante, a unas más rápidamente, a otras más lentamente. De ambos, los segundos son los más peligrosos, porque además también son partícipes (en general) del primer perfil, pero a esto unen odio, desmesura y capacidad de ataque premeditado contra todo aquello que atente contra su forma de hacer las cosas. ¿Por qué voy a cambiar yo? Se preguntan, ¡qué cambie el mundo otra vez a como era antes!
Y claro, la sociedad que debería avanzar a un ritmo aún más rápido de lo que lo está haciendo en su digitalización, pues lo que ve, lee y oye es a individuos que (en general) pertenecen al menos a uno de los dos perfiles anteriormente mencionados, ya que sus empresas (medios de comunicación) viven inmersos en tres crisis, una la del medio, que deja de tener sentido en su actual formato y en las actuales circunstancias, otra la del profesional que se niega a adaptarse a otros formatos que no sean los que han sido durante decenios y otra, la crisis de todo hijo de vecino. Así las cosas, imaginen la veracidad de su información en estos «tecnológicos temas», que en otros no me voy a meter, al menos hoy.
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