Vaya pregunta, responderán ustedes, realmente es difícil responder a una particularidad con una generalidad. Cada uno tiene su propio baremo de felicidad y ese baremo está supeditado a la sociedad en la que vive, a sus experiencias y a las particularidades temporales de su propia situación y la de su comunidad. Para entendernos, felicidad en España puede ser infelicidad en Papúa Guinea y viceversa. Dos estilos de vida, dos sociedades distintas, generan individuos con diferentes niveles de satisfacción personal.
Observen un poco el gráfico y los datos que acompañan a este artículo. Está recogido del Happy Planet Index que pretende establecer un ranking de felicidad en el mundo utilizando para ello datos como la esperanza de vida, la percepción del bienestar y la huella ecológica como principales indicadores de cara a medir la felicidad media de los habitantes de cada país. En el gráfico, los países en verde son los que mejor puntuación obtienen y por contra, los rojos son los peor puntuados en este ranking «felicity».
Es curioso observar como los ciudadanos «supuestamente» más felices viven ajenos al primer mundo: Costa Rica, Vietnam, Colombia, Belize, El Salvador, Jamaica, Panamá, Nicaragua… Otra constante que se desprende en primera vista es que en los países ecuatoriales se tiende a ser más feliz, siempre según este ranking. ¿El clima influirá también en nuestro estado de ánimo? Es una pregunta retórica en mi caso, sería mucho más feliz en un clima mas soleado que el del norte de España, más aún en años como este que nos toca vivir en el que no vemos por estas latitudes el sol ni de lejos.
Volviendo a la pregunta inicial, planteo el análisis de la situación en nuestro país. Un país incluido en aquellos que han sido absorbidos por la locura consumista de los últimos 20 años. Por norma general, tenemos más de lo que necesitamos. Gastamos a manos llenas para tener todavía más de lo que tenemos y aun así, un país como Vietnam, por poner un ejemplo, donde sus habitantes son gobernados por un régimen comunista y donde el consumo se limita a las necesidades más básicas, está por delante nuestro en el índice. Nuestras playas, nuestra paella, nuestros toros, el fútbol, el famoseo y demás no pueden competir con la tranquilidad, los arrozales y falta de estímulos comerciales y de marketing. Es curioso.
La realidad es que España, como tantos otros países se ha dejado llevar por un ansia de posesión sin sentido que lejos de producirnos satisfacciones, nos genera ansiedad y depresión. Nunca estamos satisfechos con lo que tenemos, siempre queremos más. Hay estudios que indican que el sentimiento de necesidad de un producto determinado (no de primera necesidad) es altísimo antes de disponer del producto y una vez conseguido, baja enormemente porque nos centramos en nuestro siguiente… capricho.
Para satisfacer estos «caprichos», nuestro sistema nos ha embebido en una vorágine de aumento de trabajo y disminución de ocio preocupante. Cada vez tenemos menos tiempo para disfrutar de nuestras cosas, incluso de nuestra familia. Hay que trabajar más para seguir manteniendo o aumentando nuestro tren de vida y para colmo, ahora con esto de la crisis, todos enloquecemos un poco más y nos dedicamos más a lo uno y menos a lo otro. El mejor coche, la mejor televisión, el mejor ordenador o la sonrisa de un niño, la tranquilidad del hogar, el contacto con la naturaleza. ¿Es más feliz quien más tiene o quien más obtiene? ¿Creen que son compatibles? No se, las generalidades son difíciles de medir.
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