Si, me refiero a ese ser maligno que el hombre ha denominado torpemente «mosca» cuando quizás debería haberle llamado «tocacoj..», «tostón» ó incluso «el ser más plasta, pesado y repugnante del mundo». Parece obvio pensar que no me gusta este «bicho», pues efectivamente no me gusta, lo considero un estorbo para el ser humano, un elemento prescindible de la naturaleza y un gran error de la creación. Sí, por supuesto se que la mosca tiene su función dentro de la naturaleza, es loable su labor «descomponedora» y por supuesto el que sirva de alimento a muchos animales sin escrúpulos que han decidido incluirla en su menú diario, pero ha llegado un momento en que para mí, puesta sobre una balanza esta función que tiene el ser para el ecosistema y la tabarra que da, lo pesadas que son y lo insoportables que resultan, que quieren que les diga, por mi que se extingan y si hay daños colaterales pues tendremos que aguantarnos.
Supongo que los sufridores de moscas de ciudad serán un poco más excépticos ante estos comentarios, ya que la mosca de ciudad para nada puede compararse con el ser ruin e insoportable que está entrenado mejor que los marines USA en el combate cuerpo a cuerpo. Su instrucción se recibe en el preciso instante en que eclosionan para aburrir y exacerbar a todo bicho viviente que se encuentre en su camino, con preferencia directa por mamíferos cercanos al hombre (ganado) o animales rudos de monte y a la vez inútiles para defenderse de tan atroz ataque, como pueden ser los corzos o jabalís.
Una vez completado su ciclo de entrenamiento y cuando el ser se considera apto para entrar en combate es cuando los incautos humanos que frecuentamos el campo sufrimos sus consecuencias. Y muchos de ustedes pensaran que para qué tanto alboroto si somos claramente superiores, más fuertes, más guapos y más inteligentes que el ser que nos ataca… ¡Grave error! No le menospreciemos. El ser es más rápido, sabe trabajar en equipo y es lo suficientemente inteligente para presentar batalla cuando detecta que estamos en un momento de bajón anímico, principalmente si:
– Estamos amodorrados echando la siesta. El ser sabe que en nuestra holgazanería no vamos a levantarnos bajo ningún concepto y lo más que podremos hacer por defendernos es agitar las manos inútilmente como si fuéramos una torpe marioneta guiada por un tuerto con temblequera en las manos. Es más, su inteligencia llega a tal punto que el objetivo prioritario será nuestra nariz, esperando que en un amago de torpeza nos dejemos ko a nosotros mismos.
– Son las 8 de la mañana, entran los primeros rayos del sol y dormimos plácidamente. Pobre incauto, dice inmediatamente el ser. Aquí con certeza consigue que nos autolesionemos ya que al despertarnos continuamente, hace segregar en el hombre más enclenque (en la mujer no lo tengo comprobado por motivos obvios) una cantidad de testosterona suficiente para tumbar a Tyson en sus mejores tiempos, con lo que el auto-ko es inevitable unido a una cantidad descomunal de maldiciones e improperios propios de un aquelarre mientras dure la batalla.
– En un proceso de enajenación mental se nos ocurre un buen día hacer footing por el monte cuando evidentemente no estamos preparados para ello. Aquí la situación se vuelve más seria ya que no estamos en nuestro elemento y realmente corremos peligro de muerte. El ser no mirará para nosotros hasta que estemos tan agotados y sudados como si hubiéramos estado corriendo dos días y dos noches seguidas, pero por nuestra torpeza al no saber reconocer que ya no estamos para estos trotes, no hará falta más de 10 minutos para que se plantee la batalla. Nuevamente el ser ha sabido llevarnos a su terreno y tiene todas las de ganar, es más, en esta ocasión bastará un torpe braceo con la intención de espantarlo y nuestro sistema absolutamente agotado por el esfuerzo del footing, paralizará todas las neuronas encargadas de mantenernos en equilibrio haciéndonos tropezar inevitablemente y dejarnos en manos de la suerte en la posterior caída. Podrá ser contra un tupido manto de zarzas, lo que sólo nos provocará arañazos y escozores varios o lo más preocupante, que al caer podamos romper con la sesera un canto rodado del monte. Ahí decide la diosa fortuna, pero el ser inevitablemente ha vuelto a ganar la batalla.
Si después de esta exposición todavía queda algún valedor de este bicho repugnante que sepa, que aunque soy un profundo admirador de los animales y tengo un gran respeto por todo ser vivo, animo a todos los humanos a que nos organicemos para acabar con estos seres surgidos de lo más profundo del infierno.
Y para ganar la batalla contamos con un poderosísimo aliado, todavía desconocido pero que por su valentía, arrojo y perseverancia será nombrado líder de la humanidad libre (de insectos tostones). Después de dos décadas estudiando a nuestros peores enemigos este humano llamado Michael Dickinson, trabajador del Instituto Tecnológico de California ha llegado a conclusiones sorprendentes sobre como se defienden las moscas de nuestros inútiles (hasta ahora) aspavientos. Su conclusión es sencilla, después de intentar aporrear a más de un millón de moscas y usando aparatos de ultimísima generación, nuestro héroe Dickinson ha descubierto que la mosca tiene la habilidad de iniciar el vuelo siempre en el sentido opuesto al ataque, con lo que los manotazos con los que nos defendíamos iban a acabar siempre a algún órgano vital externo de nuestro cuerpo.
Por fin un humano ha dado con el punto débil del ser y nos enseña como podemos aniquilarlo, simplemente golpeando en la dirección contraria a la de nuestro ataque. El fin del reinado de estos repugnantes está cerca, sus defensores pueden temblar, acabaremos para siempre con nuestros enemigos. ¡Vivan los humanos!, ¡viva Michael Dickinson!
Más información: Conclusiones del informe Dickinson. Lamentablemente en inglés, los españoles por nuestro reconocido dominio de las lenguas diversas del mundo tendremos que esperar unos meses para presentar batalla.
1 Comentario
jaja, que bueno voy a poner en practica los conseios de este señor.Me uno a la lucha coon el enemigo comun jaja