Son tiempos crudos los que nos han tocado vivir. Ya no tragamos con tanta fantochada y tontería como antaño. Yo tenía muchos cómics cuando era pequeño. Muchos. La historia no se la contaré al completo, es larga, baste decir que mis padres un buen día decidieron que eran prescindibles. Desaparecieron. En aquel instante desapareció en mi la ilusión por lo sobrenatural, por los seres supervitaminados y mineralizados que día tras día salvaban nuestro triste mundo de villanos mas malos que la sarna.
La vida es más triste sin héroes. Vamos a la deriva, sin control, sin guía. Un buen día llega la crisis y como dura más de la cuenta, se decide cambiar de tema y sosegar los ánimos de los ciudadanos con otros envites que legitimen nuestra conciencia de ser. Que nos lleguen al corazón vamos. Y como en cada corazón hay una casa, a los villanos no se les ocurre mejor idea para solventar tanta crisis y tanta historia que recurrir a uno de las artimañas mas efectivas de todos los tiempos de nuestra joven e inexperta humanidad: el independentismo. Ya está, solucionado, el fútbol y toda la retahíla de Madrid-Barca ya no daban para más, la plebe se sublevaba ¡Gritemos independencia! Y a otra cosa.
Si el bueno de Spiderman estuviera todavía presente en mi, lanzaría unas cuantas telas de arañas y daría un par de buenos sopapos a los instigadores de esta cortina de humo, para volver todos al camino de solucionar el problema que tenemos en ciernes. Les diría que los efectos de los sentimientos no son buenos consejeros cuando de problemas importantes hablamos y zanjaría la historia de tanta españolización y catalanización en las escuelas enviando a tomar por ahí a todos los que se aprovechan en España, en Cataluña, en el País Vasco y donde demonios sea, de las mentes absorventes de los niños para poco a poco, crear sentimientos dirigidos por campañas totalmente orquestadas para el fin perseguido.
No se escandalicen unos por lo que se dice. Lo peor de todo es que se lleva haciendo años y años. Cada patria se fundamenta en el lavado de celebro de sus habitantes desde su más tierna infancia, en los libros de texto, en los mensajes de los profesores, en la tele, en… Somos lo que quisieron antes que fuéramos. Seremos lo que quieren ahora que seamos. Si cualquiera de los superhéroes de mi infancia viviera en nuestra realidad, acabaría con tanta hipocresía y deslealtad hacia nosotros mismos.
A partir de ahí déjense llevar ustedes por lo que quieran, pero no olviden que estamos faltos de héroes, así que en su defecto, cada uno de ustedes, cada uno de nosotros tiene que ejercer. Sino esto es una casa de putas. Con perdón.
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