En plena vorágine de recortes dirigidos al ciudadano de a pie nos topamos ahora con un banco al borde del colapso gracias a una «inteligente» y «apropiada» gestión. Bankia está contra las cuerdas y a pesar de las ¿promesas? del nuevo ejecutivo de no inyectar dinero público a la banca, se van a llevar un buen puñado de millones de euros para sanear sus maltrechas cuentas, producto principalmente de su buen hacer en el «ladrillazo» español.
Bankia ya recibió a finales de 2010 4.465 millones de euros vía el Fondo de Reestructuración Bancaria (FROB) y ahora se van a embolsar otros 7.ooo millones de euros del bolsillo de todos los españoles. Rodrigo Rato ha dimitido como Presidente de la entidad y el sistema financiero estatal se puede resquebrajar por la situación de Bankia, que surgió de la unión de Caja Madrid, Bancaja, Caja de Canarias, Caixa Laietana, Caja de La Rioja, Caja Ávila y Caja Segovia.
Centrándonos en tres problemas que pueden surgir de su quiebra desde el punto de vista del ciudadano, delimitaremos la ética o no ética de la situación que se plantea en estos momentos. Por un lado están los inversores. Como todo especulador, juegan con su dinero para aumentar su patrimonio a base de correr riesgos. Si una empresa privada quiebra, los inversores lamentarán la decisión tomada en su momento de apostar por dicha empresa, es ley del mercado. Inversión es igual a riesgo, unas veces se gana y otras se pierde. Con Bankia han perdido y no es lícito ni ético que todos los españoles paguemos sus riesgos.
Por otro lado están los depositarios o ahorradores. Este punto es extremadamente delicado ya que una persona que tienen sus pocos o muchos ahorros en un banco debe tener unas garantías, de lo contrario nuestra sociedad no tendría sentido, cundiría el pánico en el momento en el que un banco se fuera al garete y los ahorros de todos los clientes quedaran en el limbo de los dioses. Aquí no hay duda ética. Los ahorros de los españoles tienen que quedar salvaguardados de las idas y venidas en las gestiones de una u otra entidad. Si no es posible hacerlo en liquidación, el gobierno tiene fondos (con telarañas) para tal efecto y si no se llega, el dinero público salvaguarda a sus propios ciudadanos. Éticamente el banco que no ha sabido gestionar sus activos debería desaparecer y sus clientes (ojo, no los de riesgo) deberían ver cubiertas sus carteras y a confiarlas a otro banco (si se atreven).
El tercer punto a tratar es el de los hipotecados. Es curioso nuestro sistema, cuando un banco se hunde, se puede llevar consigo todo el dinero invertido en el mismo por millones de ciudadanos, pero nunca peligrarán las hipotecas. Descuiden que ustedes no se librarán con ellas. Se venderán al mejor postor y las liquidaciones correspondientes serán equitativamente repartidas dentro de la propia entidad. Para decirlo claramente… si un banco quiebra, usted puede perder gran parte de sus ahorros, pero la deuda contraída con el banco (léase hipoteca) pasará a otras manos. A partir de ese momento, el único cambio que verá usted es que tendrá que hacer frente a su deuda con otra entidad, que por cierto, usted desconocerá a priori y con la que nunca habrá negociado sus condiciones, quedando estas por supuesto sujeta a cambios a gusto del nuevo «arrendatario». ¿Ética?
Evidentemente hay otros muchos condicionantes económicos y sociales en una situación como la que está atravesando Bankia, pero simplemente quería centrarme en la ética ciudadana en este pequeño análisis. Para ustedes quedan otro tipo de valoraciones, como por ejemplo la expuesta ayer aquí mismo sobre las mentiras en los programas electorales o si es lícito o no que en plena vorágine de recortes en educación, en sanidad, en laboral, y aumentos factibles en IVA, impuestos indirectos, IRPF y demás, que atentan contra el bolsillo de todos, se tenga que rescatar a una entidad que no ha sabido hacer frente a las exigencias que impone el mercado. Ustedes dirán. Por cierto, antes de decir, echen un vistazo a los sueldos «made in Bankia».
ACTUALIZADO: El Gobierno controlará Bankia
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