Netscape fue el primero. Poco más podíamos disfrutar allá por 1.994, salvo su antecesor Mosaic, así que no había dudas a la hora de navegar por la red. Luego llegaron Opera y Explorer. El primero siempre ha pasado desapercibido para mi. No me pregunten porque, el caso es que pronto empecé a convivir con los dos grandes de la época, empujado por mi afán de crear paginas web en aquellos primeros tiempos. Era necesario probarlas en ambos.
El tiempo fue decantando mi navegación hacia el producto de Microsoft, poco a poco pero irremediablemente. Netscape perdía funcionalidades a la par que Explorer las ganaba. Los de Redmond sabían que se jugaban la hegemonía en la red y lo cierto es que empezaron bien. Los problemas empezaron a llegar cuando Netscape ya no era competencia. Los ritmos de desarrollo decrecieron y un servidor empezó a odiar a la eterna versión 6. Allí surgió un tercero en liza, Firefox. Obvio a Safari ya que nunca fue de mi agrado, con o sin mac. Manías.
El del logo del zorro se ganó mis simpatías rápidamente o mejor dicho, los de Microsoft se ganaron mi enemistad lentamente. Y así reinó Firefox en mis ordenadores unos cuantos años.
En 2008 algo cambió. Nació otro de los llamados a ser grandes. Probarlo y poco más. Eran los comienzos. Llamaba la atención pero le quedaba por mejorar. Sin embargo un par de años más tarde me hizo desterrar a Firefox en mis navegaciones. Méritos de uno y otra vez deméritos de otro que se empezó a dormir en los laureles. Esta es la historia de Google Chrome, un navegador nacido en septiembre de 2008 y del que me declaro, a día de hoy, «fantotal«. Ya veremos mañana.
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