De ignorantes está el mundo lleno, dice el dicho. Es deleznable la ignorancia como «cualidad» humana, despreciada hasta por si misma en pequeños atisbos de cordura, ha protagonizado muchos de los actos más repugnantes de la historia de la humanidad. Ignorantes eran los que mataban para conquistar el mundo, los que enarbolaban la religión por bandera para realizar los más horribles actos que el ser humano haya visto. Ignorantes ha habido a cientos. Lamentablemente quedan cientos aún. Cuanto cuesta querido Darwin evolucionar. Cuanto.
La ignorancia se demuestra de muchas maneras, la principal es la falta de educación básica, bien sea sobre los conceptos más simples de la vida o bien sea porque la vida ha dado una vuelta y el ínclito ignorante ha seguido recto. De estos últimos conocemos todos a muchos. Se les ha pasado el arroz pero se resisten a no seguir deleitándonos con sus estúpidas falacias carentes de conocimiento. Son seres anclados en el pasado, no evolucionaron, se adaptaron de alguna manera al sistema analógico, pero el digital es demasiado para ellos. No lo entienden, no lo pueden entender. Es imposible.
Si hace unos días nos deleitaba Antón Reixa, uno de los que se autoproponen a si mismos para el despreciable negocio que hoy en día supone la SGAE, hoy viene otro a decir la sandez de turno:
«Internet está sobrevalorado. Internet son cuatro tíos que tienen su negociete, que tienen su blog, su negocio, por no hablar de estas webs llamadas noséquéyonkis, que son un negocio montado a costa del trabajo de los creadores. Hay que poner orden en todo eso. No puede ser un territorio salvaje en el que los únicos perjudicados sean los autores, porque como todo lo demás no se puede pillar gratis, los únicos que palmamos somos nosotros«. Jaume Sisa, se llama el individuo.
No siento ni un ápice de compasión por ellos. Se siente compasión por el que quiere y no puede, por el que lo intenta, por el que se esfuerza, el ignorante es otra cosa, otra especie, antigua, anclada en el pasado. Al resto solo nos queda echar mano de otra de las cualidades inherentes al ser humano algo más evolucionado, la paciencia para aguantar a semejantes individuos. Hay que tenerlos también muy grandes, por cambiar un poco de tercio, para darle bombo al ignorante. Qué fácil sería hoy en día acabar con ellos. Y qué difícil a la vez.
Sin Comentarios