Un buen día abres los ojos y ves a tu alrededor situaciones variopintas que descubres, por aquello de haberlos abierto, que te definen por un lado y que te inquietan por otro. Revisando la hemeroteca de los tiempos, el hombre siempre ha tendido a rodearse de posesiones materiales, de bienes hermosos y feos, grandes y pequeños, útiles e inútiles.
No ha quedado ahí, sin embargo, la necesidad de materializar las cosas, de endogamizar y estereotipar todo tipo de situaciones y personalidades. Buscar ser quien no se es, valorar la estética y la apariencia por encima de todo y obviar los valores fundamentales del ser humano, se está convirtiendo en un deporte de moda en nuestra sociedad. ¡Cuidado -deberían avisarnos- peligro de vida «apócrifa»!
En general valoramos y somos valorados por nuestra apariencia física, por nuestras bellezas y por nuestras fealdades y podríamos «aceptar pulpo» a la hora de materializar las cosas, síndrome inconfundible de buena vida, pero materializar a las personas es un paso adelante hacia unos terrenos profundamente farragosos, de los que unos saldrán airosos con aire triunfador pero otros se hundirán sin remedio una y otra vez en las terribles tierras de las falsas apariencias.
¡Qué vuelva el Jardín del Edén! Y La sencillez, y la sinceridad, y los valores realmente extraordinarios de las personas.
2 Comentarios
Si es que los guapos y sinceros estamos en decline… pero que se le va a hacer, nuestra modestia nos permite salir adelante.
Triste realidad la nuestra :D