Antonio María Rouco Varela, por casi todos conocido, con seguridad presidente de la Conferencia Episcopal Española y a la sazón, orador versado en múltiples facetas de la vida. Espada de Damocles de la iglesia en los fundamentos no admitidos por esta, predicador incansable de una fe que, por obsoleta, va perdiendo adeptos día a día. Garante de los valores que deben ser admitidos y erradicados de la sociedad.
El señor Varela urgió ayer, en una de sus oratorias «a no pasar por alto la búsqueda de sentido de muchos jóvenes ante las propuestas «desorientadoras» de un mundo dominado por el relativismo, la indiferencia ante el bien y, sobre todo, por las redes sociales, que ofrecen un estilo de vida «virtual», vacío paradójicamente de encuentros y de relaciones verdaderamente personales«.
La iglesia tiene muchos problemas. Uno de ellos la falta de adeptos a su desfasadísima doctrina. Debería agradecer al miedo su permanente estatus, porque si no fuera por el miedo al que será de nosotros, por absurda, por antigua, por ir en contra de principios fundamentales del ser humano, por controladora, por irónica y por que se yo cuantas cosas más, habría desaparecido hace años.
Gracias al miedo humano, señores como este, pretenden adoctrinar sobre lo que es bueno y malo en esta vida. A señores como este, no les gusta la sociedad digital porque atenta contra el principal de sus estatutos no escritos: «controla a tu pueblo y no permitas margen de movimiento». Los jóvenes participan de una libertad de comunicación e información como nunca antes ha visto la humanidad. Hoy en día son capaces de valorar infinidad de fuentes de información para tomar sus propias decisiones, unas acertadas, otras equivocadas, exactamente igual que cuando el señor Rouco, el Papa, el resto de sus Obispos e incluso yo mismo, éramos jóvenes y acertábamos y errábamos a partes iguales.
Es fácil apuntarse al carro de la desacreditación de Internet. Estos han sido controladores por siempre, los grilletes han sido manejados por sus expertas manos sin pudor y con pericia, han atacado a la ciencia, a la tecnología, a la sociedad e incluso se han permitido expandir enfermedades gracias a sus «conservadores» preceptos (lease SIDA-preservativo). Estos hijos de Jesús, ese gran desconocido como bien recuerda Rouco, rodeados de alhajas, bienes y más bienes, quieren adoctrinar la palabra de un carpintero, pobre, generoso y caritativo con sus semejantes. ¡Qué ironía! A otro lado con sus lecciones sobre la moralidad y el estilo de vida, señor Varela.
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