Agudo, excéntrico y original. Así definiría a Juan José Millas en su libro «Los objetos nos llaman«, una colección de situaciones que sorprenden desde el primer momento por lo extravagante y ocurrente que resulta su particular visión de la vida.
«Los objetos nos llaman» está cargado de reflexiones e irreflexiones sobre la vida y la muerte. Grandes momentos de cada uno de los personajes que aparecen en el mismo, marcados por pequeños detalles que los hacen diferentes, pero a la vez cercanos a cada uno de nosotros. Cada rareza, cada pequeño detalle, sacará de nosotros la complicidad del que se siente reconfortado de no ser único, de no ser tan diferente.
El libro presenta una bonita colección de historias recopiladas en dos grandes capítulos, los orígenes y la vida, en los que Juan José Millás se recrea de manera asombrosa en las pequeñas cosas de la vida que nos hacen ser diferentes y a la vez maravillosos.
«Esta noche dormí mejor. Las buenas acciones siempre me producen un raro bienestar. Por eso hago pocas: porque el bienestar es raro y me quita de escribir. Cuando soy felíz, odio escribir, que es lo que más me gusta. Se ve que no es posible ser feliz y hacer lo que a uno le gusta al mismo tiempo. Ésta es una contradicción que la filosofía no ha estudiado suficientemente. No sé quién decía que la gente suele triunfar en lo segundo para lo que está más capacitada, porque para triunfar en lo primero hay que alcanzar niveles de desgracia verdaderamente insuperables«.
Reflexiones como la anterior abundan en un libro muy entretenido y divertido con historias como el intento de secuestro de un avión con un mando a distancia de un televisor que se zanja al preguntar las pretensiones al secuestrador:
«– ¿No quieres que vayamos a Cuba? Es lo normal.
– No – dijo el muchacho saliendo de su estupor-. Lo que a mis padres les gustaría es que me dieran el premio Nobel de Química porque tienen una droguería en Fuencarral.
El Comandante se puso en contacto con las autoridades, que a la vez hablaron con los suecos. Tras unas deliberaciones no exentas de tensión dijeron al comandante que, tratándose de un terrorista, sólo le podían dar el Nobel de la Paz.
– El de la Paz está bien -dijo el muchacho tras unos minutos de duda-. Aterriza, que me voy a entregar«.
Lectura muy amena que continuamente nos sorprenderá ante la perspectiva de disfrutar una realidad diferente. Es mi primer libro de Millás, pero seguro que no será el último. Totalmente recomendable para pasar agradables momentos leyendo sus 241 páginas.
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