Ayer me iba hacia casa escuchando M80, una de esas cadenas musicales que como peculiar característica, se centra en emitir música, digamos no muy actual. Lo hago a menudo, el escuchar esta cadena, aunque aquí, en la radio, también soy de los que hago zapping, pero para que negar que es uno de mis diales favoritos.
Entre canción y canción venía pensando en las musarañas, cuando me empezó a preocupar lo que oía. Oía música, perdón, oía MUSICA (con mayúsculas), algo que no es muy habitual en los tiempos que corren. Me acordé en ese momento de la ilusión con la que escuchaba cuando era joven discos y discos de mil y un autores, que aunque teniendo mis preferencias musicales claramente sintonizadas, siempre fui de los que escucharon de todo… rock, folk, techno, pop, heavy, comercial… de todo.
Si tuviera que definir con una palabra aquellos maravillosos años -musicalmente hablando-, la elección se me antoja rápida y sin discusión ninguna por mi parte: creatividad. Los 80 fueron unos años increíblemente creativos en lo que a música se refiere, también otras artes mostraron dotes de esta misma palabra, pero centrado en el tema que nos ocupa, realmente era fascinante escuchar discos de unos y otros, prácticamente siempre aportaban algo. Me acuerdo incluso de los más insulsos o «comercialoides» y pienso con tristeza que en estos tiempos serían obras de arte.
Estos tiempos son esos en los que triunfan criajos repeinados (nada que ver con Wham y compañía) de música repelente y carente de todo ritmo, que bajo la batuta del marketing consiguen crear ordas de pánfilos adolescentes que les idolatran por qué se yo que. Porque arte es lo último que puede llegar a nuestros oídos en estos tiempos. Los grandes de otra época incluso, salvo honrosísimas excepciones, han perdido todo indicio de creatividad, crean música diferente, distinta, peor.
En España por ejemplo, triunfan los Rosa, Bisbal, Bustamante y compañía. Ya se que la primera triunfar, lo que se dice triunfar pues no, pero fue el icono de la «nueva movida» y aquí la pongo. Cantantes salidos de un programa de medio pelo que engancharon por sus idas y venidas y que mantienen el tono por lo fácil que lo tienen en un mercado en el que los más delirantes contra la red, por aquello del tema de las descargas y demás, son gente como el tal Alejandro Sanz que no recuerda ni él su última gran canción. Es curioso que no dedicando su tiempo a componer y a volver a adquirir el don que algunos tenían, batallan por aquí y por allá, para que entre todos paguemos su sueldo a base de canon e historias similares.
Siempre me llamó la atención otro de los beligerantes. Un tío como Manolo García, que junto a Quimi Portet hizo canciones memorables que perduran en el tiempo, como muchas de las de aquella época y… aquí estamos ante otro ejemplo de batallador por los derechos de autor de otra época, porque en esta, le falta todavía por estrenarse como tal.
No me tomen a mal, son ejemplos, no personalizaciones. También son generalidades, que como todas, son injustas, pero la realidad es que los discos de hoy en día no se parecen ni en el forro a los de antaño y créanme, aquí poco tiene que ver que aquellos se hacían en vinilo y los de ahora (se empeñan en hacerlos) en cd. ¿CD? Alguien les ha dicho a esta gente y a los que tienen detrás que yo no quiero cd`s, que no me entran en mi iPhone o en mi mp3 o en mi… Será que soy yo raro o será que cada vez más gente demanda otro formato y sobre todo pagar por obras de calidad.
No hace mucho, creo recordar que otro de los insignes de otras épocas, Bon Jovi, cargaba contra todas las modernidades porque ya no vendía tanto disco como antes. ¿Se extraña? De antemano, si le conociera y tuviera confianza, le diría: No te preocupes John, el día que vuelvas a hacer otro Slippery When Web, vuelves a vender discos como churros. Más si cabe, anda que no hay nuevas formas de promoción hoy en día y hasta más mercado que antaño.
Pues decía el bueno de John que la gente tenía que comprar discos como antes, sin escuchar las canciones, para imbuirse en la música y en el arte. Como añora John aquellos tiempos. Y era así efectivamente. Después de crear un tío, bueno una banda, un disco como el anterior, yo y millones como yo, no necesitábamos oír nada del siguiente. Comprábamos por confianza. El problema es que si hacemos eso ahora es probable que vomitemos a la cuarta o quinta canción de su último disco. No, el enésimo recopilatorio no, el anterior.
¿Cómo fue lo que dijo exactamente? Ah sí, que memoria tiene Google: «Steve Jobs es el responsable de matar el negocio de la música«. Por Dios, John, no te metas con el pobre Steve, que ha conseguido, entre otras cosas, que algunos de nosotros podamos leer el periódico un domingo sin levantarnos de la cama, comentarlo con nuestra mujer e incluso participar, comentar y aportar en los contenidos que en otras épocas eran inamovibles. ¿Qué mal puede hacer un tío así?
Sinceramente me preocupa la música. No se qué ha sucedido con ella, no se dónde se ha ido la inspiración, la de los nuevos y la de los viejos. No se por qué se empeñan en beligerar contra internet con canon, ley Sinde, SGAE y demás patrañas. Mientras están entretenidos con esta, que suponen su faena, se están olvidando casi todos de lo más importante, de hacer música para que yo y todos los que no somos locuelos adolescentes que tragan cualquier cosa, volvamos a comprar música, en cd (los que quieran) o en digital para el resto, que me temo que por lo beligerantes que se están poniendo los ¿músicos?, somos más de los que se piensan.
Salven la música por favor, pónganse a crear los que al menos han demostrado alguna vez que saben de ello, creen y vendan y háganse millonarios si quieren, pero por favor, relájense y que vuelva la creatividad. Todos ganaremos.
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