Ayer fue Afganistán e Iraq. Hoy es Libia. ¿Mañana? Volvemos a la realidad. El ser humano no sabe dirimir sus problemas de otra manera, el dinero y el poder magnifican las diferencias y los que abusan de ambos acaban creyendo que están por encima del bien y del mal. En un bando y en otro. Siempre es igual, es como una droga que poco a poco va carcomiendo la voluntad de las personas, y las personas, están hechas de muchos mimbres, unas tienen más voluntad y resisten más y otras se dejan sucumbir a la tentación a las primeras de cambio. Es igual. El final es el mismo, la locura.
Libia nos ofrece de nuevo el paradigma de líder apoltronado con bendiciones y apoyos occidentales. De país que mantiene la industria armamentística del primer mundo y que ahora demonizamos -con razón- por sus mil y una atrocidades. Es otro de esos ciclos absurdos en los que primero se da, para luego tener que quitar. Así funciona nuestro mundo.
Gadafi merece lo que le pase y nosotros ¿merecemos las consecuencias del hacer de nuestros dirigentes? Qué lástima, otra vez estamos en guerra.
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