La semana pasada, aprovechando que se iniciaba la campaña electoral para las próximas autonómicas y municipales, por aquí, osados nosotros, queríamos decidir nuestro futuro. Pedíamos cambios profundos en la manera de hacer política, pero no íbamos más allá, por aquello, más que por otra cosa, de ser el preludio de una vorágine de hechos, fundamentados en la promoción de cada uno de los diferentes candidatos que engrosan las listas electorales.
Ha pasado ya el primer fin de semana de locura promocional y todos los que vivimos o nos hemos acercado a la ciudad, hemos sido viandantes asaltados a pie y en coche para convencernos de las bondades de cada cual y lo terrible de aquellos que están a la vuelta de la esquina. Ya avanzamos que las elecciones basan su campaña en un importante porcentaje en poner a caer de un guindo a tu contrincante, el que mejor lo haga, más posibilidades tiene de ganar.
En el mejor de los casos, cuatro frases ocurrentes para hacer piña y comunidad. Que si «miramos adelante«, que si «centrados en ti» ¡Qué poca imaginación! ¡Cuántos panfletos vacíos tirados a la basura!
Vistas así las cosas, se me ocurre una primera propuesta para que la cosa vaya un poquito mejor, no solo en campaña, sino por supuesto, en los cuatro años que sufriremos a los afortunados de turno. Estos son momentos de promesas electorales y -espero- también de presentación de programas. Estos últimos aparecen y desaparecen a gusto del que lo propone, y yo propongo que esto no sea posible.
Propongo, por proponer, no por otra cosa, que haya un lugar neutro, dirigido por una comisión independiente en el que se recojan punto por punto, todos los programas de cada uno de los candidatos así como sus fantasiosas promesas y por supuesto también las reales, con objeto de paliar de una vez por todas la mala memoria de nuestros gobernantes y de los aspirantes a estos. «Yo dije, yo prometí, yo deje de decir y de prometer«. Que se acabe con esto de una vez, que es bien sencillo.
Ya que estamos, una vez escrito y dada la importancia del tema, podríamos hacer de promesas y programas un contrato vinculante, que para algo basan los políticos su victoria en estas palabras más o menos llenas o más o menos vacías. Si voto a alguien que me ha prometido algo y cumple, ¿qué más puedo pedir? Si voto a alguien que me ha prometido algo y no lo cumple, ¿qué responsabilidades puedo pedir? ¿Modelo empresarial? Díganme ustedes si tienen idea, aquí lo dejo yo, que al fin y al cabo, sólo soy un ciudadano que tendrá que tomar una decisión el 22 de mayo del presente y todavía no tiene nada claro, por decir algo, «claro».
Para ayudar a pensar, la imagen que ilustra esta entrada no es banal, con ustedes el Concierto de Aranjuez, versión Miles Davis de su disco Sketches of Spain. Disfruten mientras puedan.
2 Comentarios
[…] –Cascancia – Nolesvotes.com – Cada día más – Queremos decidir nuestro futuro – Programas electorales vinculantes – Las cuentas claras – Democracia e información real – No se quieren enterar… – […]
[…] 5. Impunidad de palabra. Debates, mítines y demás nos dejan mil y una promesas sobre lo que va a hacer uno u otro si el ciudadano confía en su partido para gobernar. Gobiernan y las palabras las lleva el viento. Si los partidos políticos basan su llegada al poder en convencer a los ciudadanos a base de estas promesas, ¿por qué no son vinculantes? […]