“Fui llevada a una prisión militar junto a otras jóvenes, y se nos ubicó en una habitación con dos puertas y una ventana… Le rogamos a la guardia mujer que cerrara las puertas (para no ser vistas), pero se negó. Se nos ordenó sacarnos toda la ropa y nos inspeccionaron mientras nos filmaban con cámaras para fabricar evidencia con el fin de acusarnos de prostitución… La guardia de la prisión nos desnudó y nos golpeaba con mangueras… Fui examinada por un hombre que usaba una túnica blanca y por una guardia mujer de la prisión”
Esta declaración, recogida en Periodismo Humano, corresponde a Salwa El-Hosseiny, una joven de 2o años que participó en las manifestaciones de la Plaza Tahrir de El Cairo (Egipto) el 9 de marzo de 2011, casi un mes después de la renuncia del presidente Hosni Mubarak. Salwa fue detenida por un oficial de seguridad vestido de civil que la entregó al ejército para ser golpeada, torturada con choques eléctricos y acosada verbalmente. Posteriormente fue enviada junto con otras 20 mujeres a una prisión militar en las afueras de El Cairo, para ser humillada sexualmente por sus captores, con el objetivo de comprobar el estado de su virginidad para poder acusarla de prostitución al no estar casada.
Golpes, torturas y humillaciones sexuales han sido denunciados en una declaración conjunta de 17 organizaciones egipcias de derechos humanos, para condenar el abuso físico y psicológico hacia los detenidos, a la vez que denunciaban la flagrante violación al juramento hipocrático de los médicos participantes, tal y como señalan en su declaración: “La tortura en sí ya es una de las peores violaciones a los derechos humanos y a la santidad del cuerpo humano, pero los incidentes reportados son además una clara violación de las convenciones nacionales e internacionales que regulan la profesión médica, así como una desobediencia a la ética médica”.
Y la vida sigue. Unos privilegiados preocupándonos de llegar a fin de mes, otros, mirando a la cara al dictador y preocupándose de su propia integridad como persona. Gobernados por fanáticos que hacen y deshacen a su antojo y amparados siempre en la fuerza de su ejército, miembro de tortura histórica por excelencia. Y claro, los más débiles son los que más tienen que perder.
Las violaciones reiteradas de los derechos fundamentales de la mujer en buena parte del mundo no tienen, ni han tenido nunca, justificación alguna. Es lamentable la inestabilidad humana y la apropiación reiterada del recurso de la fuerza para solucionar todos nuestras lamentables vicisitudes. En España, las muertes por violencia de genero suben ya a 17, aquí las podéis ver con nombre y apellidos, pero nuestra situación no es nada comparada con el resto del mundo, las violaciones, torturas, maltratos, humillaciones y muertes son moneda habitual en muchos países.
Lamentablemente, así es la cruda realidad.
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