Nuevos tiempos, nuevas fórmulas. El consumidor ha tomado la palabra porque tiene herramientas que efectivamente permiten reproducir un cambio en los medios de comunicación que se habían visto inalterados durante decenios. La televisión es uno de ellos. Cada día somos más los que negamos el formato actual. En una sociedad como la actual, en la que el ocio es un lujo al alcance de pocos, el poco tiempo que puede tener cualquiera de nosotros para ver la televisión, no es para malgastarlo viendo lo que alguien cree que tenemos que ver. Ese poco tiempo es para aprovecharlo, viendo lo que cada uno quiere ver. Ahí radica el éxito de la red. Yo elijo cuando, donde y sobre todo que.
No es la tecnología la que lastra el cambio en la televisión, son los propios negocios los que la mantienen en el formato que todos conocemos. La publicidad es el sustento del negocio televisivo y el modelo conocido de emisión a mi antojo, para ofrecer espacios a mis anunciantes, predomina en un mundo en el que el consumidor se está acostumbrando a elegir que quiere ver y cuando. Los directivos de las cadenas se echan las manos a la cabeza cuando constatan que hay un porcentaje elevado de población que ve la televisión con el portátil entre sus piernas, porque es el paso preliminar, que otros muchos ya han dado, para apagar el botón de «la caja tonta» y centrarse en sus intereses reales. Sean los que sean.
La única manera que tiene la televisión de competir a medio y largo plazo, es ofrecer un servicio a la carta, en el que el «prime time» sea el que cada uno decida que sea, para sorpresa de muchos entendidos sobre el tema. Las calidades empiezan a dejar de ser un problema en la red y la conexión de esta con la propia televisión es una realidad hoy en día. Sólo el evento en directo como oferta, me produce el suficiente atractivo para plegarme a los designios de los programadores, si el evento en si mismo me interesa, claro. El resto de la programación me produce rechazo, principalmente por horarios y contenidos y secundariamente por el quebranto que supone, para el que dispone de tiempo limitado, la forma de ofrecer los contenidos publicitarios.
En esta situación llega una nueva versión de RTVE.es a la carta, un servicio totalmente renovado de acceso al archivo histórico de programas de todas las cadenas estatales. Alrededor de 160.000 programas y más de 1,3 millones de horas de programación en total, hacen que vea este canal como la televisión del futuro. Aquí elijo yo lo que quiero ver y en que momento quiero verlo. Sólo tiene un importante defecto. Es televisión pública y como tal -al menos desde hace unos meses- no necesita de publicidad para su financiación, por lo que su implantación en otro tipo de cadenas, a día de hoy, es una quimera. Más por desconocimiento y por miedo a intentar implantar nuevos modelos de negocio, mientras los actuales siguen dando sus frutos, aunque estos cada día que pasa sean menores.
RTVE no ha inventado la rueda ni ofrece nada nuevo bajo el sol. Es el fundamento de muchas webtv que no acaban de despegar, es el fundamente de una de las redes sociales de mayor difusión en el mundo, YouTube y cada vez son más los convencidos de que en el futuro de la red, va a estar muy presente el vídeo. Si ya está inventado, ¿por qué me da usted tanto la tabarra con la televisión a la carta? Por una razón muy sencilla. En este servicio se dan cita dos factores indispensables para el éxito y para cambiar tendencias. Por un lado un servicio útil que pueda ser acogido por el gran público y por otro lado, calidad, factor este indispensable para que cualquier iniciativa tenga éxito. Calidad a la carta… el futuro de la televisión a la carta.
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