Yo tengo mala memoria. Hay muchos momentos de mi infancia que están borrados de mi cabeza, como si el escritor de mi vida hubiese decidido pasar la borragoma por esa parte y se le hubiera olvidado volver a escribir. Es algo a lo que hace tiempo me he acostumbrado, no es tan grave, a muchas personas les pasa. Ojalá pudiésemos acordarnos de todas nuestras experiencias, actos y juegos desde la más temprana edad. Algunos pueden, que suerte.
Supongo que le joderá mucho al escritor de mi vida que no haya conseguido borrar completamente aquellos recuerdos. Hay muchos que todavía me vienen a la cabeza, siendo uno de los más fuertes, el ansia con el que miraba la televisión a muy temprana edad, al menos media hora antes del comienzo, para no correr peligro de perder un sólo minuto de una de las series que han marcado mi vida: Cosmos de Carl Sagan.
Ayer comprobé que aquellos recuerdos no eran inciertos. Comía un día atrás en casa de mi suegra, rica fabada por cierto -muy rica, suegra-, y mis cuñados me pusieron encima de la mesa una joya de regalo. La serie Cosmos remasterizada y empaquetada en cinco fabulosos dvd`s. Como les decía, ayer comprobé que las sensaciones que tenía estaban muy interiorizadas. Volví a vivir ese respingo inicial que lograba ponerme la carne de gallina con sólo escuchar la fantástica sintonía que ilustra la serie.
Este tío, comunicador como pocos, ha sido uno de los pocos profesionales que han conseguido marcar algo en mi interior. Su búsqueda de la naturaleza humana basada en nuestros orígenes cósmicos, caló desde muy pequeñito en mi. A la serie Cosmos le siguió la lectura del libro basado en…, del cual no tengo buen recuerdo, uno de esos amigos de infancia se lo quedó y demostró lo poco amigo que fue, al quedarse uno de mis mayores tesoros. Que le aproveche.
Posteriormente la compra de la Biblioteca de Divulgación Científica, editada por la revista Muy Interesante, joya que si retengo en mi poder, me permitió leer algún libro más del prolífico autor, entre ellos, Vida Inteligente en el Universo, del que interioricé profundamente la ilusión por el descubrimiento de otros tipos de vida, en otros sistemas extraterrestres. Luego vinieron otros, el más recordado, Contact, la novela que dio vida a la película, soberbia, para pensar.
La Tierra constituye sólo una pequeña fase en medio de la vasta arena cósmica. Pensemos en los ríos de sangre derramada por tantos generales y emperadores con el único fin de convertirse, tras alcanzar el triunfo y la gloria, en dueños momentáneos de una fracción del puntito. Pensemos en las interminables crueldades infligidas por los habitantes de un rincón de ese pixel a los moradores de algún otro rincón, en tantos malentendidos, en la avidez por matarse unos a otros, en el fervor de sus odios.
Nuestros posicionamientos, la importancia que nos auto atribuimos, nuestra errónea creencia de que ocupamos una posición privilegiada en el universo son puestos en tela de juicio por ese pequeño punto de pálida luz. Nuestro planeta no es más que una solitaria mota de polvo en la gran envoltura de la oscuridad cósmica. Y en nuestra oscuridad, en medio de esa inmensidad, no hay ningún indicio de que vaya a llegar ayuda de algún lugar capaz de salvarnos de nosotros mismos.
La Tierra es el único mundo hasta hoy conocido que alberga vida. No existe otro lugar adonde pueda emigrar nuestra especie, al menos en un futuro próximo. Sí es posible visitar otros mundos, pero no lo es establecernos en ellos. Nos guste o no, la Tierra es por el momento nuestro único hábitat.
Se ha dicho en ocasiones que la astronomía es una experiencia humillante y que imprime carácter. Quizá no haya mejor demostración de la locura de la vanidad humana que esa imagen a distancia de nuestro minúsculo mundo. En mi opinión, subraya nuestra responsabilidad en cuanto a que debemos tratarnos mejor unos a otros, y preservar y amar nuestro punto azul pálido, el único hogar que conocemos.
Un punto azul pálido, Carl Sagan
El próximo martes, 9 de noviembre, es el aniversario de nacimiento de este gran tipo que hubiera cumplido 76 años, lástima que no esté con nosotros y suerte de disfrutar de su legado. Una de sus mayores aportaciones, desde mi punto de vista, fue el descubrirnos fehacientemente lo pequeñitos que somos. Gracias a él, la voyager dio la vuelta y tomó la famosa instantánea del pequeño y pálido punto azul, una mota de polvo en la inmensidad del espacio. Miren el calendario cósmico, préstenle atención. Es la representación gráfica en un año de toda la evolución del universo, desde el primer segundo del uno de enero, momento en el que se originó el Big Bang, hasta la actualidad.
La historia conocida del ser humano, se comprime en los últimos 15 minutos del último día del año de este particular calendario. Tan insignificantes somos ante la magnitud del universo. Nuestros orígenes están ahí arriba, tenemos el deber de descubrir de donde venimos y a donde vamos, siempre desde la humildad, desde el conocimiento profundo de que somos poca cosa ante el profundo océano que nos envuelve.
Relativicemos nuestros comportamientos, no somos tanto como nos creemos, ni tan importantes, ni tan poco importantes. Estamos en la infancia de nuestra especie, nos quedan muchas cosas por aprender. Quizá allá por la adolescencia o por la juventud, estemos en disposición de llegar a comunicarnos con el cosmos, con nuestro mundo y quizá con otras especies que se encuentren en diferentes etapas. Si son ancianos, nos costará comprender, si son bebes, no nos entenderán y si tenemos edades similares, esperemos que ambas especies seamos ya lo suficientemente inteligentes como para no desperdiciar nuestros tiempos en infructuosas batallas. Nosotros aún no estamos preparados, pero avanzamos…
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[…] en el artículo publicado en vooLive.net el 7 de noviembre de 2010 y que bajo el título: Un pequeño punto azul pálido en mi memoria, recogía el famoso calendario cósmico que Carl Sagan popularizó en la serie de televisión […]