Les parecera a ustedes igual. Pues no es lo mismo. Hace tiempo que los viernes no son los que conocíamos. La alegría de descansar un par de días no ha cambiado, pero las fuerzas ya no acompañan como antes. No hace mucho eran tiempos en los que salíamos en desbandada del trabajo para saborear al máximo todo el fin de semana; unos vinos, unos refrescos, unas tapas, a cenar y los más osados o los que menos responsabilidades caseras tenían, a disfrutar de la noche del viernes.
¿No se han dado cuenta? Ya no es igual. En estos tiempos de crisis, las semanas se hacen más intensas, nos exprimimos por encima de nuestras capacidades para afrontar los nubarrones con las mejores garantías de que la lluvia no acabe por empaparnos totalmente y la pulmonía sea inevitable. El esfuerzo mental es máximo y continuado, los negocios diversifican sus modelos y continuamente se buscan alternativas viables que generen los ansiados resultados buscados por todos. El trabajo llega hasta casa, se adentra entre esas paredes antaño infranqueables salvo para los que dependían de si mismos para traer las habichuelas al nido. Tampoco sabe de días y noches, confundiendo buena parte de los que antes eran los más placenteros sueños.
Cuando llega el viernes, último día de la semana laboral -para muchos-, la semana ya ha hecho mella en cada uno de nosotros. Los más afortunados, los que mejor hayan conseguido dormir por la semana, mantendrán la alegría social del alterne, los menos afortunados, los que más hayan empujado por la semana, quizá acompañen a los primeros en las calles de nuestras ciudades, quizá a priori sea difícil diferenciar a unos y a otros, sin embargo en pocas horas, serán dos especies diferentes, eso, si los segundos no han preferido arroparse para disfrutar al menos del sábado en condiciones más o menos normales.
Cansados pero afortunados, porque los peores viernes, los más angustiosos, los menos deseados, son los que soportan esos cinco millones de parados, cuyas semanas serán menos intensas evidentemente en cuanto a trabajo se refiere, pero más jodidamente difíciles de soportar por la incertidumbre del que sabe que la semana que viene no tendrá con que pagar la letra de su casa. Claro que si nos ponemos en los peores casos, también tenemos que mencionar a los que seguramente pasarán los mejores viernes en nuestro país, cierto número de personajes que enarbolan la sinvergonzonería por bandera sin ruborizarse lo más mínimo. Benditos ellos que consiguen la felicidad aun a costa de las desgracias ajenas.
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