Los años van pasando y los achaques te van recordando que el tiempo no pasa en vano. Somos jóvenes los de nuestra generación eso si, tipos preparados, con estudios, con experiencia, que empezamos a ocupar cargos de relevancia dentro de nuestra maltrecha economía. Quizá los sueldos no sean los de nuestros antecesores de sillón, pero consuélense, los que vienen por detrás parecen tener el horizonte algo más negro.
Vamos a echar por un momento la vista atrás. Situémonos allá por 1998. En aquellos años cercanos al inquietante dos mil, emergía económicamente un medio llamado internet que aparecía por nuestro país en honor de minorías tan sólo cuatro años atrás. Muchos se lanzaron al reto, muchos crearon productos, algunos crearon servicios, pensamos que el mundo iba a cambiar en dos días y el mundo nos cambió la cara. Internet se fue al carajo.
No, no digan que dije que la red se hundió. No. Se hundieron las expectativas que había sobre ella, se hundieron su sistema de valores económicos. De la noche a la mañana, lo que valía mil pasó a valer uno. Vaya batacazo.
Ahí siguió sin embargo nuestra compañera de viaje, la red. Esta es la historia de como algo que se daba por muerto, finiquitado, caput… resurgió de sus cenizas para cambiar el mundo. Silenciosa, agazapada, aprendiendo de lo que en los años tumultuosos había pasado. No debía sacar pecho, por ahora. Discretamente, casi sin enterarnos fueron llegando los cambios. Primero fue la industria discográfica. Que borregos, que no vieron por donde les venía el envite. Mira que tuvieron tiempo, pero no, se dedicaron al insulto, al desprestigio y en última instancia al robo. Canon y atrocidades por el estilo han sido la bombona de oxígeno de una industria muerta porque no quiere renovarse, porque no quiere y por que no sabe. A vivir de las rentas que es más cómodo.
Después llegaría el cataclismo inmobiliario. Menudo batacazo para muchos ególatras surgidos de la nada que jugaban a ser ricos y poderosos. El mercado los puso en su sitio, y junto a ellos, lamentablemente las listas del paro se llenaron de obreros y trabajadores que durante decenios no habían hecho otra cosa que dedicarse al ladrillo. Muchos todavía siguen en el paro, joder con las políticas de reinserción.
Efectos colaterales: otro sector primordial para nuestra economía, el del automóvil empieza a decir que no vende una mierda. La cosa se pone negra, la tormenta es de dimensiones bíblicas y las empresas más pequeñas empiezan a caer como pichones ante la tenebrosa arma que porta el cazador. La bolsa se tambalea, los bancos cierran el grifo que antaño tenían abierto hasta desencajar la rosca. El paro aumenta, el gobierno no interviene o no sabe intervenir, la oposición no ayuda, sólo quiere el poder, los gobiernos regionales y locales empiezan a entonar el «lalala» de Homer Simpson, por aquí me viene, me pongo para allá a ver si no salpica. ¡Crisis!
Más. Gripe para otro sector clave de nuestra economía. Los medios de comunicación se ven desbordados por los nuevos canales. Internet ya no es el problema. Ahora aparecen redes sociales por doquier que se llevan a los usuarios y al dinero de los anunciantes, joder, los móviles ya no son móviles, ahora la gente también consume información en esos aparatos llamados «smarrttfones» y para colmo de males, al tío ese que tiene una empresa con una manzana como logo se le ocurre la brillante idea de sacar un aparato en el que se lee mejor que en cualquier otro inventado hasta la fecha. ¿O era la empresa «kinle» esa?, o ¿el «kinle» ese era el aparato? ¿Qué demonios pasa aquí?
Pues que no nos enteramos por donde nos vienen dadas. Tampoco la industria del libro sabe que va a recibir en breve el mayor sopapo de su historia. No hacen nada, no innovan, no se mueven y el mundo sigue girando, y cuando algo no se mueve y está anclado a algo en movimiento ¿qué pasa? ¡Bingo! Terremoto.
En esas estamos señores, señoras. Y ¿cómo hemos cambiado? pues generalizando para que me perdonen, aquí estamos, jóvenes nosotros, haciendo las mismas cosas que nuestros predecesores pero con menos dinero en el bolsillo. Que inmovilista es el mercado de los negocios, cuidado los apoltronados, que hay empresas que están cambiando el mundo y todavía no nos hemos enterado. Y nueve de cada diez de esas empresas están en la red. ¡Algunos si que han cambiado!
3 Comentarios
Los libros, el cine y en general toda la cultura que se pueda consumir de forma personal deberían desaprender del sector musical (que mas que aliarse con el poder para robarnos no han hecho pudiendo hacer tanto y ganar su pan honradamente) y darse cuenta de lo que tienen encima. Ellos dirán que el publico objetivo hoy no es suficiente (ya lo he oído en algún foro) pero mañana, cuando ese publico no suficiente al que no dejan mas remedio que buscarse la vida consiguiendo gratis lo que querrían comprar (pero no les permiten) ya estén acostumbrados a conseguir sus libros, su musica, su cine gratis, pues que les digan que eso que hacen es robar y que ahora (a saber cuando es ese ahora) si pueden consumir en el formato que les de la gana, (so si los precios los de siempre o para colmo con canon incluído). Ja! luego que gasten la pasta de los contribuyentes en llamarnos ladrones! siendo esas industrias las que ponen barreras al campo y parece que por mas ejemplos que tengan no se enteran, con lo facil que es copiar de los que lo hacen bien!!! En fin…me ha encantado el post :)
Gracias Patri, buena aportación. Los males de estas industrias en decadencia pasan por querer a toda costa vivir del pasado y no involucrarse con los cambios que sufre la sociedad, ojo, no sólo técnicos, también sociales, que la información es lo que tiene, ofrece a las personas más puntos en los que apoyar sus deciciones. Y ahora la información corre a raudales por cada casa, por cada oficina, por cada calle…
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