La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) endurece sus recomendaciones hacia el consumo de ciertos alimentos por su alto contenido en metales, en concreto mercurio (grandes peces), cadmio (crustáceos) y nitratos (hortalizas).
Las grandes especies como el atún, el tiburón o pez espada acumulan en sus tejidos grasos el mercurio absorbido en sus presas y presente en estas por la actividad industrial del hombre. Puede provocar alteraciones graves en el desarrollo neuronal del feto y en niños de corta edad. Estas especies son migratorias por lo que la recomendación es no dejarse guiar por su procedencia a pesar de que la presencia del metal varia de un caladero a otro, siendo el Mediterráneo nuestro mar más contaminado. La nueva recomendación hace hincapié en no consumir estos alimentos las mujeres embarazadas y los niños menores de tres años, mientras que para los niños de 3 a 12 años es recomendable no superar los 50 gramos a la semana. «Concluyó que no solo no había margen para la relajación, sino que la mayoría de niños y mujeres rozan ya los límites aceptables de este tóxico«, Victorio Teruel, jefe del área de gestión de riesgos químicos de la agencia.
Otro problema alimenticio en ciernes viene derivado del nitrato, que por un lado está presente en la tierra de forma natural y por otro está potenciado por el uso intensivo de abonos. Este metal es absorbido por las verduras, en especial las de hoja ancha como las espinacas y las acelgas por lo que AESAN, basándose en unas conclusiones al respecto de la Agencia Europea de la Seguridad Alimentaria, ha decidido recomendar su no inclusión en los purés de los bebés menores de una año. Según Teruel: «Los nitratos en sí son poco tóxicos, pero el cuerpo humano los convierte en nitritos, que pueden provocar cianosis (la enfermedad del bebé azul), causada por falta de oxígeno en la sangre«
En cuanto a la presencia de cadmio en los crustáceos las recomendaciones son más relajadas. El cadmio es generado por la minería y la industria y se encuentra en altas dosis en las vísceras y cabezas de mariscos como las gambas, los cangrejos, el buey o el centollo. Este metal, en contacto con el ser humano, se aloja en el hígado y riñón, pudiendo causar disfunción renal. La recomendación de AESAN es limitar el consumo de cabezas de estos animales.
Así las cosas, cabe preguntarse ¿qué estamos haciendo con nuestro planeta? Contaminamos el aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que comemos. Si intentáramos clasificarnos como especie en un baremo de 0 al 10, en el que el 0 correspondería a las especies más idiotas aparecidas en este mundo y el 10 se lo llevarían las más listas e inteligentes, el ser humano, en la práctica se llevaría de calle un cero patatero, sin posibilidad alguna de revisión. ¡Qué alguien nos ilumine por favor!
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