Llevamos ya unos cuantos años escuchando cada cierto tiempo que si los blogs han muerto, que si las redes sociales se han llevado la conversación, que si twitter es el sustituto, que si tal y que si cual. Se nos dice que los comentarios ya no aportan riqueza al contenido y que se tienen que eliminar a favor de una u otra red, se nos cuenta que ahora la moda es volver al minimalismo, eliminar todo aquello que es superfluo ¿? y centrarse solo en la palabra.
Allá por 2008, entre paseo y paseo por Sevilla, asistí a una charla de un tipo llamado Hernán Casciari del que hemos hablado por aquí una y otra vez, titulada ¿Por qué los bloggers muertos no van al cielo? Han pasado ya más de cuatro años y sigo recomendando el vídeo allá donde surja el debate «blogueril». En su esencia, el bueno de Hernán venía a definir qué demonios es un blog. Y se lo voy a definir yo a mi manera y con mi propia visión: un blog es una herramienta sencilla e intuitiva que permite a cualquier persona publicar y recibir contenidos con facilidad extrema. Quien no piense igual, quizá no recuerda lo que había que hacer antes de los blog para tener una plataforma similar para exponer los conocimientos propios o cualquier otra cuestión.
Una herramienta. No un movimiento. Una herramienta. Es cierto que hay una filosofía no escrita por detrás que agrupa a muchos de los que usan la herramienta en una especie de sentimiento filantrópico que define que todo lo que se haga a través de aquí tiene que ser económicamente hablando «no rentable». No sé si este sentimiento nació antes o después de comprobar cuán difícil era rentabilizar lo que cada uno de nosotros tenía que decir, el caso es que esa filosofía ha unido a muchos y ha tranquilizado a otros tantos bajo un pacto de no competencia económica, aunque si comunicativa.
Poetas, informáticos, columnistas, informáticos y toda una fauna de profesionales pasaron de la noche a la mañana a denominarse «blogueros». De la noche a la mañana todo aquel que escribía en un blog era un bloguero, cual título de una nueva profesión. Hernán, nos contaba en el vídeo, que en su vida había escrito en diversas herramientas propuestas por los tiempos en los que ha vivido: lapiz-cuaderno, tiza-pizarra, ordenador-word2.5… y nunca jamás nadie le llamó cuadernero, pizarrero, carpetero ni mucho menos impresor de chorretero, término este definido por la utilización de impresoras de chorro de tinta y que en su opinión (y en la mía) hubiera sido penoso. En el siglo XX, continuaba, si escribías eras escritor, desde el día que empezó a escribir en un blog se le definió, como a otros muchos con el término «bloguero».
Blogs hay muchos y bloguers más. Desde el purista escrupuloso seguidor del movimiento blog, hasta el blog empresarial con comercio electrónico dirigido a la venta pura y dura. Entre medio el que se beneficia de post patrocinados, el que pone la publicidad a la derecha o a la izquierda, el que no la pone porque no sabe cómo vender su blog, el que no la pone porque jamás la pondría, el que justifica hasta el último detalle, el que escribe en Comic Sans, el que todo lo pone en mayúsculas con el fondo negro y el texto en rojo, el que escribe bien o el que escribe regular y hasta mal.
La herramienta blog ha permitido a todos, inquietudes al margen, disponer de un lugar donde disponer sus intereses, unos muy afines, otros muy diversos. Hasta aquí. Y a partir de aquí llegan las modas de los blogs sencillos, de los multisites, de los magazines, de los solo textos y de los que tienen o no tienen comentarios. Modas, tendencias que unos seguirán y que otros rechazarán por diferentes, anarquistas, individualistas o cómo diablos quieran darse a llamar.
Yo escribo aquí mucho y creo que más allá de modas y tendencias, con casi 2.000 artículos publicados, me he ganado el derecho, al menos con la letra pequeña, a definirme como escritor, no libretero, ni cuadernero, ni bloguero, quizá por aquello de que las generalidades me perturban, como aquella que define a alrededor del 60% de la población española como «internautas»… por Dios, aun cuando éramos cuatro gatos… ¿pero a día de hoy? Otra herramienta, en este caso un servicio, otorgando a sus usuarios una denominación de origen. Radionautas, prensanautas, telenautas… en fin.
¿Y qué les vengo a decir con esto? Pues que hagan ustedes lo que quieran, aprovechen las herramientas que hay a su disposición para lo que estimen que es de utilidad para ustedes mismos, guíense por su forma de hacer las cosas e incluso innoven que quizá, en un mundo tan joven como es nuestro Internet, consigan crear tendencia, pero tampoco olviden que cada cosa que hacen tiene unas normas de funcionamiento e incluso comportamiento… que luego vienen grandes meteduras de pata, de todas formas, en lo de meter la pata ¿quién tira la primera piedra?
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