Es imperceptible. Dicen que todos los grandes cambios lo son y este no iba a ser menos. Algunos lo percibimos, los que más nos hemos zambullido en este mundo, la mayoría, la calle no lo ve todavía, no tiene por que verlo, simplemente lo está asumiendo.
Hace muchos años, unos osados aventureros, con suerte de disponer de un ordenador personal en su casa, abrían camino entre la hojarasca, creando, cimentando y poniendo los pilares de lo que hoy conocemos como Internet. Aquellos aventureros han visto muchas cosas en estos años. Casi siempre amparados en el anonimato, «leitmotiv» del momento, se fueron construyendo pequeñas aldeas en las que parar cuando se navegaba por las autopistas de la información. Algunas de estas aldeas crecieron y se convirtieron en pueblos o incluso ciudades, otras siguen siendo aldeas un poco más modernas, pero aldeas al fin y al cabo y a otras se las llevaron los tiempos, esos que tienen la mala costumbre -a veces- de cambiar sea para bien, sea para mal.
Aventureros, osados, ideólogos, soñadores… cuantos apelativos podríamos poner a los que por entonces empezaron a construir con ilusión sus propios espacios donde informar, vender o simplemente compartir. Muchos de aquellos han construido su propia aldea, pueblo o ciudad y otros se han unido a gigantes de otro mundo para construir en este espacio virtual. Loables las dos opciones, una, la primera, la innovadora, la nativa, la que cobra valor día a día. Otra, la segunda, la luchadora, la que tiene que ir en contra de los procesos establecidos. Ambas opciones, ambos osados aventureros son los que están creando el cambio.
Retrocedamos la vista atrás. No hace muchos años nuestra información venía dirigida por roles definidos durante décadas. Era lo que había, lo que nos enseñaban. Hoy la información fluye a golpe de clic. Se ha democratizado, se han multiplicado los informadores y el ciudadano elige como, cuando y quién le informa. Si me gusta vuelvo, si no, hasta luego. Expertos en mil y un temas deambulan por la web, enseñando, mostrando, divulgando sus conocimientos, a veces amplios, otras veces mínimos, es indiferente, no deciden ellos, deciden los ciudadanos. Los buenos triunfan y los menos buenos tienen su nicho más reducido, pero ambos, todos, contribuyen a la mejor y mayor información de la sociedad.
El ocio antaño era singular, nunca mejor dicho. Yo me acerco a una agencia y la agencia me envía a cualquier parte del mundo. El ocio 1.5 vino dado cuando muchos volvieron de cualquier parte del mundo y comunicaron de viva voz a su círculo cercano las bondades y las miserias de sus experiencias. Con Internet todos ellos se pusieron en contacto. Los que fueron y vinieron y los que tenían ganas de ir y no sabían cuando, como, ni a donde. Hoy el ocio no se entiende de otra manera. Buscamos, nos informamos y tomamos nuestras propias decisiones.
Comprar. Todos recordaremos cuando nuestros padres compraban una televisión, una radio, o lo que sea. Se acercaban a la tienda y la tienda les decía que era mejor o que era peor. Comprar a día de hoy significa comparar productos por fabricantes, por vendedores y por la experiencia de millones de consumidores. Cuando vamos a la tienda, si vamos, la decisión está casi tomada. El colmo es que si queremos, nos envían el producto que 899 personas han valorado positivamente, directo a nuestra casa, más barato porque elegimos donde comprar, porque hay muchos sitios donde comprar.
Información, ocio, ventas. Tres ejemplos de como aquellos aventureros de los que hablaba al principio, han modificado los hábitos de consumo de otros muchos, con proyectos o unidos a proyectos anteriores a la red. Tres ejemplos también para mercados que tienen que cambiar con el objetivo de adecuarse a nuevos tiempos, a nuevos procesos y a nuevas formas de relacionarse con los clientes. Tres ejemplos solo de un cambio global amparado en la digitalización y en la penetración de las Tecnologías de la Información en la sociedad.
Los que crean, los nativos, los que tienen experiencia, emergen de las aguas turbulentas provocadas por la incertidumbre de los cambios. Los que tienen que adaptarse no consiguen respirar todavía, siguen buceando en procesos que ven como están tocando a su fin y el miedo paraliza muchas de sus acciones. Son los aventureros de la red los que poco a poco, con confianza en su hacer diario, los que deben enseñar a nadar en la marejada, a salir del agua para entre todos, seguir construyendo este nuevo mundo a golpe de clic. El resto se ahogará en el fondo del océano y necesitarán ser repescados y reeducados para poder seguir aportando su buen hacer, pero de maneras diferentes.
Será dificil, la economía mundial se está resistiendo, algunos países las están pasando «canutas», el cambio ha comenzado, un mundo nuevo asoma por el horizonte y me temo que aún no estamos del todo preparados.
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