Cuando las cosas pintan bien se admiten causas no muy ortodoxas, incluso podríamos decir que hacen hasta gracia. Casos hubo muchos a lo largo de nuestra historia, grandes estafadores, afincados en estamentos de poder y con información privilegiada que se quedan con lo que pueden porque ellos lo valen. Alguno todavía tiene la entereza de querer presentarse a elecciones después de haber pasado unos cuantos años de su vida recluido en el «talego» por llevarse lo que no se tenía que llevar. Pero fueron otros tiempos, todo era diferente, nos iba mejor a todos en general y hasta nos caía simpático el banquero con defecto de un particular síndrome de Diógenes.
En estos días pasa algo así y santa la gracia que nos hace a todos. Llega un momento en el que los ciudadanos empiezan a decir basta a pesar de no tener muy claro como hacerlo. Muchos se lanzarían a las barricadas, metafóricamente hablando, pero aún hay mucho miedo a tiempos pasados y ya saben el dicho, «mas vale malo conocido que bueno por conocer». Se nos hinchan las narices, pero las acciones de protesta tienen un escalado suave hasta el momento. De las conversaciones de barra al lamento o crítica en la red y alguna manifestación que otra que ocupe las portadas de los medios. Hasta aquí.
La clave es la confianza. Hoy comprobamos fehacientemente como nos engañan día si y día también a través de hemerotecas digitales. Promesas para adquirir el poder y una vez afianzados, ahí nos la den a todos. No se ustedes, pero yo tengo un problema cuando tengo que votar: ¿a quién? Los dos grandes partidos políticos españoles están corruptos hasta la médula desde el principio más básico de nuestra democracia: han mentido y mienten para llegar al poder. Están dilapidando la confianza del ciudadano gracias a que los propios ciudadanos han permitido y siguen permitiendo que quien nos gobierne diga una cosa y luego haga otra. Sin mayor responsabilidad, sin causa incriminatoria ninguna, con total impunidad política.
El sistema se teje en base a acuerdos difíciles de explicar a la opinión pública en general. La política y la banca van de la mano y en muchos casos son uno solo, mezclándose cargos de un lugar en el otro sin pudor alguno. Los sindicatos pactan sus pantomimas con el poder para garantizarse su propio bienestar y su discurso y sus líderes han dejado ya de pertenecer a este siglo. La Corona, que antes no nos molestaba a muchos, dilapida su poco crédito a base de portadas de revistas de corazón y de estúpidos negocios para incrementar, aún más, su patrimonio. La justicia una veces es puenteada por el poder y otras también y su imagen empieza a ponerse en entredicho en más de una ocasión.
¿Por qué? Una mujer que roba en un supermercado porque no tiene para comer es sentenciada en dos días mientras que Urdangarín y señora pasean por aquí y por allá, sin mayor problema para nuestra, en este caso, lenta justicia. El Rey puede hacer y deshacer a su antojo amparado en su impunidad real, llegados a casos extremos, si un chofer aparca donde no debe y en un arrebato el bueno de nuestro monarca lo matara, pues nada, aquí paz y después gloria. Los directivos de Bankia se llevan dinero a manos llenas, sin nocturnidad ni alevosía y ¿qué hacemos? arreglar la cosa a base de dar mas dinero mientras este país tiene más paro que Grecia y se ponen todo tipo de impedimentos para otorgar una mísera ayuda de 400 euros a quien no tiene nada.
Y así podríamos seguir. Podría estar meses relatando las desdichas de unos y las alegrías de otros, pero no viene al caso ya que todos nos hacemos a la idea a estas alturas de la película de como está la situación. Como decía al principio, cuando las cosas van bien para la mayoría, se mira para otro lado y todo se relativiza, pero amigos, cuando vienen mal dadas para la mayoría, la confianza en quien nos representa es clave para la propia sociedad. Hoy en día, esa confianza está bajo mínimos. Hoy sabemos que hemos sido engañados por unos y por otros y lamentablemente no tenemos muchas más opciones para confiar nuestro futuro. ¿Qué haremos? De momento intentar que una chispa no prenda fuego al monte mientras se nos ocurren formas de cambiar nuestro destino.
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