No recuerdo cuando leí por primera vez la fascinante historia de la doctora Ellie Arroway en el libro Contacto de Carl Sagan. Fue hace mucho. Luego vino la película, por cierto, muy cercana al texto escrito por el autor y a mi parecer un gran acierto cinematográfico.
Narra la historia de una mujer que desde niña se acerca al apasionante mundo de las ondas de radio, en forma de radioaficionada. El poder enviar y recibir sonidos de una parte a otra del país, sin cables, sin mensajeros, fascina a la joven Ellie que hará de su hobby infantil, aplicado a la radioastronomía, su profesión.
La doctora Arroway trabajará en el proyecto SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence, o Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), que desde los años 70 está diseñado para rastrear el cielo visible en busca de cualquier onda de radio cuyo origen no sea natural, vamos, que lo que busca, como su propio nombre indica, son signos de vida inteligente en otros planetas.
Muchos de los de mi generación, entre los que me incluyo, tenemos una especial simpatía por el proyecto SETI. Supongo que por muchas razones, el propio libro, el que Carl Sagan fuera uno de sus principales impulsores, la fascinación que supone la búsqueda de otros signos de vida fuera de la tierra. Muchos de nosotros, incluso hemos aportado nuestro granito de arena al utilizar nuestros ordenadores para procesar los datos recibidos por los radiotelescopios a través del proyecto SETI@home, un programa que puedes descargar y disponerlo como salvapantallas de tu ordenador, para que en los ratos en los que no estés trabajando se ejecute y se vayan procesando paquetes de información recibidos que previamente se descargarán con nuestro consentimiento y una vez finalizado el proceso se volverán a enviar al SETI.
¿Se han encontrado señales de otras civilizaciones en todos estos años? No. Sólo ha quedado un resquicio de duda, como señalábamos hace casi un año en Wow! Idas y venidas de la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Sin embargo, no es concluyente. La porción de cielo rastreada es tan pequeña que el hecho de no haber detectado signos de otras formas de vida en cuarenta años, no significa que el proyecto no sea bueno, al contrario, simplemente significa, que con la escasa asignación de recursos, las cosas van lentas.
Hasta aquí todo muy bonito, idílico y demás. El problema, como bien avanzaba la novela, es que este tipo de trabajo no está muy bien visto por parte de la comunidad científica, sobre todo por la parte que podría utilizar los recursos empleados en SETI para experimentos más rentables o incluso para otros más interesantes, según los contertulios de turno. El caso es que la crisis ha llegado hasta el proyecto SETI y los recortes de presupuesto han obligado a cerrar (esperemos que temporalmente) el ATA (Allen Telescope Array), su principal herramienta de trabajo.
Los 42 telescopios Allen situados en el norte de California, han estado cerrados o puestos en hibernación, como recalcan operarios del sistema, desde el pasado 15 de abril, llegándose a hacer un llamamiento público desde la propia web del proyecto, pidiendo ayuda para refinanciar el mismo y continuar con las -hasta el momento infructuosas- búsquedas. Al parecer, una de las principales opciones de refinanciación del proyecto puede ser las propias Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, con las que se está negociando para el uso conjunto de los radiotelescopios, ya que estas, estarían interesadas en el instrumental para el rastreo de los miles de trozos de basura espacial que sobrevuelan nuestro planeta.
Sin duda los tiempos no acompañan a la ciencia y esta, como otras áreas del conocimiento y en general el propio estilo de vida que hemos conocido hasta el momento, está empezando a sufrir los envites, cada vez más potentes, de una crisis económica que lejos de haber acabado, sigue apuntando que se recrudecerá por momentos. ¿Hasta cuándo?
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