Termina el año 2012 con sensaciones agridulces. En lo personal nada me habría podido hacer más feliz que la llegada al mundo de Chloe. Otra pequeñita que ha venido a darnos alegrías innumerables y algún otro momento de estrés justificado por el alboroto en forma de tres hermanos y no todo el tiempo que quisiéramos para dedicar a la noble tarea de educar y divertir a partir iguales.
En lo general podemos decir que este año que abandonamos, ha dejado a nuestro país a la altura del bono basura. El paro por las nubes, la economía por los suelos, el hambre y la miseria se multiplican, el consumo se desploma… ¡qué les voy a contar! Salimos de un gobierno deplorable en 2012 y nos encontramos con otro que no merece sino el mismo apelativo. La crisis la pagamos todos, bueno, matizo, los de siempre, porque las fórmulas para acabar con ella han recaído, para variar, en los que menos tienen, en los que más ahogados están. Así nos va.
Si en esos tortuosos caminos queremos buscar algo positivo, quizá pueda ser el convencimiento general de que estamos a la cola europea en tantas y tantas cosas o que hemos vivido años atrás en algo parecido a los mundos de Yuppi, pensando que realmente estábamos a la altura de otros de por ahí arriba. No, flotábamos en una burbuja y el estallido de esta nos ha devuelto a la cruda realidad. ¿Positivo? Si todos tenemos claro lo que somos y donde estamos, podemos por fin ponernos a remar en la dirección adecuada. ¿Seremos capaces? Yo creo que si [aunque tengo mis reservas].
Si 2012 ha sido el año en el que [colectivamente] nos hemos encontrado con nuestra propia realidad, 2013 tiene que ser el año en el que empecemos a poner los cimientos de nuestra futura economía, una economía que a diferencia de lo que nuestros políticos opinan, tiene que pasar inequívocamente por una profunda reflexión sobre nuestra educación y por una apuesta clara y contundente por la innovación social, científica y tecnológica. Si no es así, seguiremos donde estamos, a la cola de Europa… and happy new year!
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