La constitución. La carta magna. Los pilares de nuestra democracia. ¿Cuántos apelativos ha recibido la susodicha? Hace ahora casi 34 años se instauró en nuestro país este texto nacido inicialmente de las manos de Gabriel Cisneros, José Pedro Pérez Llorca, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, Miquel Roca i Junyent, Manuel Fraga Iribarne, Gregorio Peces-Barba y Jordi Solé Tura. Yo tengo algún año más y miro atrás a veces con nostalgia y otras agradecido a nuestros tiempos. ¿Cuánto hemos cambiado desde entonces?
La sociedad española no es hoy ni la sombra de lo que era por aquel entonces. En general para bien, sobre todo en lo que a adquisición de derechos se refiere, pero si reflexionamos profundamente nos daremos cuenta que el progreso se nos ha ido de las manos en alguna que otra cuestión. El caso es que somos diferentes, más iguales, más informados, más de todo en general y a día de hoy, en pleno 2o11, nuestros designios básicos siguen rigiéndose por un texto de 1978.
En todos estos años han llegado multitud de llamamientos a su reforma en una u otra parte. Unas justas, otras no tanto. Depende del color que nos represente. Sin embargo, el gobierno de turno, el congreso en general, siempre ha negado un cambio en el escrito bajo excusa de ser un texto de todos, un texto que todos debemos aprobar para matizar, corregir, incorporar o desechar línea alguna del mismo. El referéndum siempre estuvo en boca de todos para estos menesteres.
El caso es que ayer martes, como he leído por ahí, en pleno agosto vacacional, sin previo aviso, en pleno extraordinario, a dos meses de las elecciones generales y con el ligero tufillo que desprende que PSOE y PP se pongan de acuerdo en algo importante (ver Ley Sinde y similares, sospechosamente gestada en el puente de San José, festivo para más señas), nos encontramos que el señor Zapatero hace una de las suyas para asombro una vez más del resto del país.
La última (esperemos) de José Luís, ha sido sacar adelante una reforma de la constitución para establecer una regla que garantice la estabilidad presupuestaria en el medio y largo plazo, tanto en relación al déficit estructural como en la deuda que será vinculante a todas las administraciones públicas.
No voy a entrar en lo positivo o negativo de la propuesta. Posiblemente acertada si la aplicación fuera transparente al ciudadano, la aplicación efectiva en las cuentas públicas quiero decir. El caso es que el congreso ha decidido por primera vez en casi 34 años tocar el texto constitucional sin la aprobación de todos los españoles. Aprobación que por cierto sería muy sencilla de gestionar sin necesidad alguna de referendum. A dos meses de unas elecciones que cada cual proponga y que el ciudadano vote lo que quiera hacer. No. No será así. Será con ese tufillo a nocturnidad y alevosía, con el que los dos principales partidos políticos de nuestro país, volverán a meter un gol a sus representados, esta vez para aniquilar el valor moral que hasta ahora había mantenido la carta magna.
Ya lo he dicho en más de un ocasión, agosto cerrado por vacaciones. Así nos ahorraríamos pamplinadas varias por falta de ocio en unos y otros. Aun así la respuesta, como siempre, en la red ha sido rápida: Pide un referéndum para ratificar la reforma de la constitución. Nos quedan meses revueltos por delante.
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