Echo la mirada hacia atrás y es que no nos reconozco. Yo nací hace ya unos cuantos años en el País Vasco y como Roy Batty he visto cosas que ni creeríais en sus calles. De todo hubo por allí a lo largo de los años, recuerdo la complacencia inicial. Hablamos de la calle, claro, de personas normales que negaban a la banda armada pero en el fondo comprendían su existencia ya que mantenían un objetivo común. Eran tiempos en los que ETA vivía sumergida en una plácida balsa social de cierta indiferencia hacia sus actos y tiempos en los que los terroristas vivieron su máximo apogeo.
Es curioso lo que pasaba por aquel entonces. Para los estudiosos quedarán los análisis y vueltas a la madeja, para nosotros, los que conocimos y vivimos las circunstancias que rodeaban a los de las pistolas, el relato, el asombro y la certeza del buen hacer del tiempo en todo proceso fuera de la razón. Recuerdo asesinatos a sangre fría, muchos, salir a la calle y encontrártela tomada por los propios cómplices de los asesinos. Permiso social y permiso policial. Pasaron muchos años siendo los dueños de las calles.
Todo aquel que se cree todopoderoso en la cúspide de la pirámide acaba cometiendo un error. Somos humanos, soberbios y con un punto canalla. El error de ETA, el principio de su fin, fue Miguel Ángel Blanco. No él como persona ojo, si hubiera recibido un tiro por la espalda mientras se tomaba un pintxo en el Xagua, Gaberdiko o similar, hubiera sido uno de tantos otros y como ya pasó como tantos otros, aquí paz y después gloria y un muerto más al hoyo, por cierto.
No, se equivocó ETA. Su secuestro, su plazo de 24 horas y su posterior ejecución despertaron a un pueblo. Un pueblo dormido y consentidor con su silencio. Aquel día yo estaba en la calle, enfrente los de siempre. Habían matado y salían a golpearse el pecho cual simios primitivos regodeándose de su poder. Pero algo había cambiado, se veía en sus caras. Miedo.
Yo era uno más de los millones de personas que salieron a decir «basta ya», sin complejos, convencidos de que los malos se habían pasado de la raya. Siempre mostré mi perplejidad porque aquellos acontecimientos no se desarrollaran antes, pero el dicho es sabio, nunca es tarde… Comenzaron los cánticos a favor de los asesinos pero la respuesta de los que estaban al otro lado fue fulminante. Fue la propia Ertzaintza, la encargada siempre de velar por los tímidos y asustadizos, la que esta vez protegió a los gallitos. Efectivamente tenían miedo en la cara, por primera vez en la historia de este sinsentido.
Todo esto que les cuento paso en un pueblo vasco llamado Eibar. Yo fui testigo del gran error de ETA, que no fue otro que despertar a la sociedad en masa. Desde entonces se perdió el respeto, se dejó de entender, se plantó cara. La sociedad se desperezó y comenzó el principio del fin para los bárbaros. El siguiente paso no fue sencillo, pero ya estaba allanado el camino.
La unidad política fue fundamental a partir de entonces. Llegó el momento en que se acabaron los consentimientos y las concesiones. Gobernantes, jueces y policía comenzaron a afinar su engranaje para acorralar a los terroristas, para sacarlos de la calle por donde hasta entonces campaban a sus anchas, para encerrarlos, para asustarlos. De nuevo el miedo. Se cerraron Herriko Tabernas, se declaró ilegal a su brazo político, se pararon las violentas manifestaciones de antaño. Por fin la democracia asumió su rol y fue a por ellos. Era el momento, la sociedad por fin estaba preparada, los Vascos dejaron de ser consentidores y empezaron a señalar con el dedo. Se acabó, patinasteis, lo siento (ni por el forro), vuestro reinado llevaba mucho tiempo finalizado, lo del jueves, la declaración de que dejáis las armas, iba a llegar un día u otro. Los Vascos habían acabado ya con vosotros hace mucho tiempo.
Hoy, desde la lejanía, mi más sincera enhorabuena para mis paisanos y mi mayor desprecio para los secuaces del terror y aliados, nos habéis dado una alegría, pero vuestras miserables acciones no se olvidarán. No la olvidarán los que sufrieron los sanguinarios efectos de sus artes en primera persona y no la olvidaremos los que hicimos las maletas para vivir una vida más tranquila y plena, sin el acoso del sinsentido y de las imposiciones vándalas de una panda de asesinos.
1 Comentario
Yo también creo que Miguel Angel Blanco fue rl punto de inflexión. Sea como sea por fin paz. Zorionak Carlos. Agur ETA.