Desde el descubrimiento del fuego, de los instrumentos para cazar, cortar y pinchar, desde la invención de la rueda y de la imprenta, desde tiempos inmemoriales, la tecnología ha sido el motor de nuestro mundo, la base sobre la que hemos cimentado nuestro crecimiento como especie dominante de este mundo. En los últimos años, este crecimiento se alza a velocidades vertiginosas gracias a una función exponencial cimentada en que cada nuevo descubrimiento se usa para el siguiente avance, hecho este que nos da la sensación de haber arrancado por fin el motor del coche después de milenios dejándonos llevar por la pendiente.
Estamos acostumbrados a pensar que todo va a la misma velocidad en función de nuestras experiencias pasadas, pero eso no es cierto, los avances tecnológicos se alimentan a sí mismos para crecer exponencialmente y avanzar mucho más rápido que si partiríamos de cero. Es evidente, pero quizá no logramos percibir en toda su magnitud este hecho y mucho menos utilizarlo para predecir cambios futuros.
El crecimiento exponencial basado en los cambios sucesivos de las tecnologías ya descubiertas, son la base del concepto Singularidad Tecnológica, poco conocido en nuestro país, pero ampliamente debatido y desarrollado en países con un mayor índice de innovación, hasta tal punto que una institución como la NASA, junto a empresas como Google, Cisco y Nokia entre otras, han creado la Universidad de la Singularidad, una institución académica en Silicon Valley cuya finalidad es «reunir, educar e inspirar a un grupo de dirigentes que se esfuercen por comprender y facilitar el desarrollo exponencial de las tecnologías y promover, aplicar, orientar y guiar estas herramientas para resolver los grandes desafíos de la humanidad».
La Singularidad Tecnológica es un acontecimiento futuro en el que se predice que el progreso tecnológico y el cambio social se acelerarán debido al desarrollo de inteligencia sobrehumana, cambiando nuestro entorno de manera tal, que cualquier ser humano anterior a la Singularidad sería incapaz de comprender o predecir. Básicamente será el momento en el que la humanidad transcenderá a la biología, unificándonos con nuestras creaciones tecnológicas y permitiéndonos crecer de una manera inimaginable hasta el momento. Superinteligencia, nanotecnología al servicio de la eliminación de enfermedades, copias de conciencias humanas en entornos virtuales indistinguibles de la realidad y la tan buscada inmortalidad. ¿Ciencia ficción? No, solo autoevolución y crecimiento exponencial. La duda para los estudiosos del tema es ¿cuándo?
Cuanto más lejos ha vivido una generación de la tecnología tal y como hoy la conocemos, mayor es su rechazo hacia estos conceptos, en forma de una especie de Singularidad Social que nos lleva a agarrarnos a nuestras experiencias vividas, pero no es necesario hablar de futuro para observar esta característica inequívocamente humana. En los últimos años a mi alrededor he escuchado, leído y observado comportamientos que renegaban de los avances ya establecidos. Sobre las redes sociales se ha dicho que deshumanizan al humano, sobre las sensaciones de realizar determinados actos en digital, por ejemplo lectura de libros, he oído negaciones rotundas en base al placer inequívoco de la lectura basada en materiales derivados de la celulosa, para años más tarde, meses en algunos casos, convertirse en auténticos devora libros digitales.
Queremos salvaguardar nuestra humanidad, pero ¿qué es la humanidad? Somos biología, cierto, pero ¿en qué medida dejamos de ser humanos si tenemos un chip en nuestro cerebro para ayudarnos a combatir el Parkinson, o si una pierna biónica nos permite de nuevo andar tras un accidente, o si una cámara microscópica es introducida en nuestro cuerpo para analizar una u otra posible enfermedad? ¿Dejamos de ser humanos si un ojo biónico permite ver a un ciego, si un aparato auditivo nos permite escuchar como el resto de la población o si llevamos un corazón artificial porque el nuestro lamentablemente falló?
Estos son avances ya introducidos en el cuerpo humano, avances tecnológicos que nos permiten ser mejores, recuperarnos de una enfermedad, prevenir otras, substituir un elemento de nuestro cuerpo, aumentar nuestra esperanza de vida, entre otras cosas. ¿Pero qué pasa con lo que está por llegar? Nanotecnología a nuestro servicio, por ejemplo disponer de un ejército de nanorobots que eliminen enfermedades de nuestro cuerpo, conectar nuestro cerebro directamente a Internet sin necesidad de ordenadores, tablets, smartphones o gafas estilo Google, crear copias de nuestra conciencia para salvaguardar nuestro dato más esencial, nosotros mismos en esencia. ¿En qué momento para cada uno de nosotros dejaremos de ser en esencia humanos? Yo creo que en ninguno.
Si algo nos ha caracterizado como especie y nos ha dado el dominio de nuestro mundo es la inteligencia y esta ha sufrido una evolución importante desde los primeros homínidos. Nada nos impide utilizar nuestro bien más preciado para mejorarlo, para potenciarlo y para salvaguardarnos a nosotros mismos. La tecnología se crea con la inteligencia humana para mejorar nuestras vidas (salvo deshonrosas utilizaciones que todos tenemos en mente) y llegará un momento en el que la propia tecnología será dotada del más preciado de los bienes, la inteligencia, que unida a la capacidad de proceso y en combinación con nosotros mismos nos llevará hasta… ya hablamos de eso aquí hace un tiempo en La singularidad de la fusión hombre-máquina.
Es difícil pensar en el concepto cuando aún nos estamos habituando a acceder a la información desde cualquier lugar, cuando los avances tecnológicos de los últimos años han ido a tal velocidad que han generado una brecha generacional en uso y comprensión de los mismos, pero el camino ya se ha comenzado y solo un cataclismo a escala mundial, natural o provocado por el hombre, nos puede desviar de él. Nuestro futuro pasará antes o después por la Singularidad Tecnológica, ¿estamos preparados para las singularidades sociales que de ella derivarán?
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