Hoy un gran hombre, muerto antes de tiempo, hubiera cumplido 75 años. Nacido el 9 de noviembre de 1974, hace ya casi trece años que nos dejó anticipadamente. Mucho hemos hablado ya aquí de su vida y de su obra, hoy sólo quería ofrecer un análisis suyo a modo de recuerdo. Así pensaba Carl Sagan refiriéndose a la profecía fallida de los Testigos de Jehová que anunciaba el fin del mundo para el año 1914 y que ilustra la irracionalidad de algunas creencias aún cuando estas ya han sido probadas como falsas.
«Las doctrinas que no hacen predicciones son menos convincentes que aquellas que hacen predicciones correctas; y son, a su vez, más exitosas que las doctrinas que hacen predicciones falsas. Pero no siempre es así, por ejemplo una conspicua religión americana (Los Testigos De Jehová) predijeron que el mundo acabaría en 1914 con toda seguridad. Pues bien, 1914 vino y se fue, y – mientras los acontecimientos de ese año fueron de alguna importancia – el mundo, hasta donde puedo ver, no parece haber terminado. Hay al menos tres respuestas que una religión puede hacer haciendo frente a una profecía fallida. Ellos pudieron haber dicho, “oh, ¿dijimos 1914”? Lo sentimos, quisimos decir ‘ 2014.’ Un leve error en el cálculo. Esperamos de que ustedes no hayan tenido ningún inconveniente de cualquier forma”. Pero no lo hicieron. Pudieron haber dicho, “Pues bien, el mundo hubiera muerto, pero oramos muy duro e intercedimos con Dios de modo que Él conservó a la Tierra”. Pero no lo hicieron. En lugar de eso, hicieron algo bastante más ingenioso: Anunciaron que el mundo había, de hecho, acabado en 1914, y que si el resto de nosotros no nos habíamos dado cuenta de ello, ese era nuestro problema. Es asombroso, frente a tan claras evasivas, que esta religión no se haya quedado sin ningún adherente. Pero las religiones son fuertes. O no hacen argumentaciones que están sujetas a refutación o rápidamente rediseñan la doctrina después de la refutación. El hecho de que las religiones pueden ser tan desvergonzadamente deshonestas, tan despectivas de la inteligencia de sus adherentes, y aún así florecer, no habla muy bien de ellas por la torpeza de los creyentes. Pero sí indica, si una comprobación fuera necesaria, que cerca del corazón de la experiencia religiosa hay algo notablemente resistente para la investigación racional«.
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